Si pudiéramos describir una parte del momento mexicano del día diríamos que hay una intensidad ciudadana motivada por los cambios políticos que se espera que ocurran con un nuevo gobierno y sobre todo, una nueva perspectiva política . Por eso hoy en México hay ciudadanos movilizados en muy distintos temas que a toda velocidad afinan propuestas para ponerlas en la mesa de los nuevos funcionarios responsables de cambiar el rumbo del país. En el tema migratorio , pese a que entre los expertos y activistas se conoce bastante bien la problemática, sea de mexicanos en el extranjero, en tránsito, como país de destino y de retorno, hay diagnósticos muy distintos cuyas diferencias no son solo sutilezas, porque en el acento de cómo se piensa el tema depende la perspectiva de su atención. Si se le plantea como un tema de seguridad nacional, el acento es policiaco que tiende a criminalizar el hecho mismo de migrar. Si la perspectiva es de derechos humanos , las acciones se planean en políticas públicas que reconocen la decisión de migrar como un derecho, pero también reconocen todos los avatares que el migrar trae consigo, no solo para quienes mudan de país sino de manera muy importante, para las sociedades de origen y receptoras que muchas veces no entienden dicha dinámica y la ven como ajena, cuando siempre son parte de la misma.
Lo que es muy claro para todos es que por encima de las diferencias de diagnósticos y propuestas, lo que ha faltado para dar respuestas más eficientes y constructivas a las muchas caras que la migración provoca es la voluntad política . La verdad es que el tema ha sido históricamente relegado en todos los frentes. A nivel del presupuesto, siempre mediocre o ambiguo. Al ofrecer respuestas concretas a problemas específicos que podrían haber evitado mucho sufrimiento innecesario. Un punto muy grave es que el tema migratorio se ha utilizado como caja chica de muchas comisiones y oficinas de gobierno que han desviado a otros fines, los recursos que deberían haberse destinado a programas y actividades concretas. Ante esto, no ha habido la más mínima transparencia y rendición de cuentas. Un caso concreto para ilustrar y que es increíble que no se haya resuelto a estas alturas, es el del fondo para ex braceros que sigue sin entregar el recurso acordado que le corresponde a los trabajadores migrantes de los años 40s del siglo pasado, algunos muy mayores y otros ya fallecidos sin que hayan logrado justicia en el pago del dinero que el gobierno mexicano les retuvo ilegalmente por años.
En los nombres de quienes han sido coordinadores del tema migratorio también podemos reconocer el poco interés que se le ha dado al asunto. Solo dos ejemplos para no dejar duda. Al inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto, la entonces senadora Ana Gabriela Guevara , otrora atleta de orgullo para México, fue nombrada coordinadora de la comisión de asuntos migratorios de la Cámara de Senadores. Guevara reconoció que del tema lo único que sabía era por sus viajes “al otro lado” , cuando de joven, como buena sonorense, tuvo oportunidad de conocer a mexicanos en la frontera, fuera de ahí, nada. La otra imagen del desprecio político por la gestión migratoria quedó plasmado en el nombramiento de Roque Villanueva, priista de vieja cuña que revivió políticamente hablando al ser nombrado como Subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Segob en 2015. Esa subsecretaría se sabe, cambiará de nombre y perspectiva.
Conociendo estos antecedentes se entiende ahora por qué el activismo migratorio no para y por eso se multiplican los foros, encuentros y reuniones de trabajo sea en México como en Estados Unidos, donde se reúnen los interesados en que la visión política de la dinámica migratoria desde México dé un giro. De lo muy obvio, que no se nombren nunca más coordinadores que ni saben ni entienden del tema y solo ven el cargo como premio de consolación. Que los recursos en el presupuesto no solo se dupliquen sino que sobre todo, haya buen uso y transparencia en su manejo y que las cuestiones que se pueden resolver dejen de ser discurso para pasar a acciones concretas que estén por encima del burocratismo tan maligno para la dinámica migratoria.