Angélica Rivera
nunca entendió nada. Inclusive debe estar molesta. ¿Qué hay de malo comer en un restaurante exclusivo en París?. Realmente nada, salvo que quien lo hace busque mostrarse lo más visiblemente posible y al mismo tiempo, haga creer que quiere pasar desapercibida. Esto a propósito de que Angélica Rivera fue recientemente ubicada en la ciudad luz pasando unas suntuosas vacaciones veraniegas. La aparente molestia que provocó en México su paseo es que sus gastos, y los de toda su prole, corren por cuenta del erario público , que incluye no solo pagos exorbitantes de consumos alimenticios como ellas mismas se encargaron de mostrarlo, sino además y sobre todo, un despliegue de servicio de acompañamiento que incluye al Estado Mayor Presidencial.
A estas alturas es obvio que Angélica Rivera resultó un lastre para Peña Nieto . La que era su As bajo la manga, que le dio porras, suspiros y solicitudes de autógrafos junto con votos se ha vuelto, a la larga, el símbolo de la ostentación y el dispendio. El sello del abuso de la institución presidencial para pavonearse como en pasarela y la prueba de que la clase política saliente decidió aprovechar la condición de privilegio hasta el último minuto. La ironía es que Angélica Rivera acabo siendo la versión azteca de María Antonieta porque la guillotina social la decapita una y otra vez por sus excesos y desplantes que no alcanzaron a entender quienes gobernaron este país. ¿Qué necesidad de viajar con tal lujo a pocos días del fin de la presidencia de su marido?
Como parte del protocolo presidencial se estilaba que la esposa del presidente dirigiera el DIF Nacional en un esfuerzo por atraer reflectores para causas que se consideran, desde el cliché, asociadas a las mujeres como es el cuidado de los niños. Angélica Rivera decidió desde el inicio que eso no era para ella y que su labor sería en otras funciones que nunca se supo cuales fueron. Al contrario, destacó por sus escándalos (el obvio La casa Blanca ), sus propiedades en México y el extranjero y sus largos periodos fuera del país.
Un dato que destaca es que ella es parte, desde antes que su marido fuera Peña Nieto, a los cinco millones de mexicanos que viven entre México y Estados Unidos, que en su caso, gracias al dinero con que cuenta, le da acceso a una visa VIP (Green card vía propiedad de más de un millón de dólares). Esta condición de ser una mexicana de alguna manera binacional por el constante ir y venir entre países –ella incluso vivió en Miami varios años antes de este sexenio-, no la hizo empática o ni siquiera un poco sensible a la situación de millones de compatriotas que viven en zozobra y que han enfrentado años muy duros por la criminalización en su contra. En una decisión a todas luces contraria al sentido común en términos políticos, su hija se fue a vivir a Estados Unidos en plan crisis de deportaciones masivas. El mensaje simbólico ahí quedó.
SI bien es cierto que el PRI sufrió un descalabro electoral el 1 de julio pasado, esto fue aun más contundente entre los votantes desde el extranjero. Los resultados ahí están, mientras Morena obtuvo 65% de los votos, el PAN 27%, el PRI apenas recibió 4%. Obviamente Angélica Rivera no podría haber hecho nada contra esta hecatombe ni es su responsabilidad, pero lo que es cierto es que su presencia y desempeño políticamente hablando, contribuyó a lo largo de varios años para lograr ese resultado, incluyendo a quienes desde el extranjero también votaron.