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Por: Leopoldo Silva Gutiérrez
Difícil, muy complicado, sintetizar en unos cuantos caracteres el valor, la importancia y la trascendencia que ha tenido para la nación una de la instituciones más emblemáticas que hemos forjado los mexicanos.
En efecto, la Universidad Nacional, que nació en los albores del siglo XX casi al inicio de la Revolución Mexicana mediante el sabio pensamiento de Justo Sierra, ha acompañado a la nación mexicana los últimos casi 108 años en la conformación del México de hoy.
Con esa larga vida, con no pocos conflictos, con periodos de inestabilidad pero también de luz y enormes aportes al saber nacional, inserta en el alma mexicana, la Universidad Nacional ha sabido dar respuestas a las demandas y exigencias de muchas generaciones de jóvenes mexicanos que pusieron sus expectativas en ella para proyectarse al futuro que a cada una de ellas le fue tocando enfrentar.
Cuna, invernadero y casa de muchos hombres y mujeres sabios e ilustres, también ha sido la espiga que cada año germina y ofrece sus frutos a México, que a su vez se encargan de reproducir lo mejor del ser humano: reconocer el valor del otro, la solidaridad entre iguales y la generosidad para dar a la sociedad lo que recibieron a su paso por ella.
Aquella Universidad, la de principios del siglo XX, que nace como una conjunción de voluntades orientadas al saber y al conocimiento, supo cohesionarse en una institución sólida y trascendente que poco a poco se fue insertando y consolidando no tan sólo en la vida cotidiana del país, sino en el espíritu del ser mexicano, lo que la ha llevado a ser tan apreciada y querida como un reconocimiento a sus aportes en la educación, la ciencia y la cultura nacionales ¿Cómo sería México sin una universidad como la UNAM?
La Universidad Nacional no ha sido nunca una universidad estática; en su larga historia, además de cumplir con los fines sustantivos que le señala su Ley Orgánica, docencia, investigación y difusión de la cultura, ha sido la gran promotora de la educación superior en México tanto en la generación de otros sistemas de educación superior, públicos y privados, como en la generación de la investigación de más alta calidad en las ciencias, la tecnología, las humanidades y las ciencias sociales. Qué decir de sus aportes a la generación, transmisión y resguardo del conocimiento en sus 135 bibliotecas, amén de las bases de datos de innumerables temas que se generan en ella.
De aquella pequeña e incipiente Universidad original, la de Justo Sierra y José Vasconcelos, el esfuerzo y talento de cientos de miles de universitarios lograron consolidar una institución que atiende todos los días a más de 355 mil alumnos en los diferentes niveles educativos que en ella se imparten y en las diferentes modalidades disponibles: educación presencial, abierta y a distancia.
Difícil ha sido en épocas pasadas, la discusión entre tamaño y calidad académica; sin embargo, esa polémica quedó superada con la labor cotidiana de los universitarios. Contamos con hechos fehacientes de cómo una Universidad como la nuestra, una gran escuela, ha podido conjugar con acierto el tamaño y la calidad. Baste decir que la Universidad sigue creciendo en instalaciones foráneas y es calificada entre las tres mejores de Iberoamérica por evaluadores externos.
Adicionalmente, otras universidades con las que se le compara no tienen entre sus fines la investigación o la difusión de la cultura o ambas. Tan sólo en 2017 se trabajó en poco más de 8 mil proyectos de investigación y se atendió a casi 3 millones de personas que asistieron a los recintos y espacios para la difusión de la cultura. Esta es la otra cara de una universidad que no se dedica tan sólo a la docencia.
Por la trascendencia para los alumnos, quiero destacar también el sistema de becas de la UNAM, el cual ha contado desde hace 25 años del generoso apoyo de la Fundación UNAM: tan sólo en el presente ciclo escolar que acaba de concluir contaron con algún tipo de beca casi 210 mil alumnos; es decir, 60% de los alumnos recibieron algún tipo de ayuda económica como apoyo a su actividad educativa y de formación para su futuro.
Gracias en parte a esos apoyos, cada año se gradúan poco más de 28 mil jóvenes del bachillerato; casi 25 mil de algunas de sus carreras; cerca de 5 mil 500 especialistas; más de 3 mil 500 maestros, y casi mil doctores en diferentes áreas. Esto es una enorme contribución a la movilidad social tan necesaria para el desarrollo económico, social y cultural del país.
¡Qué importante contar con organizaciones como la Fundación UNAM! Ojalá su modelo pudiera replicarse por todo el país para beneficio de miles y miles de jóvenes que en la mayoría de los casos aprovechan de la mejor manera la oportunidad de contar con algún tipo de beca para concluir sus estudios y logran insertarse de la mejor manera en las actividades productivas del país. Sin educación superior es pobre el futuro de cualquier nación.
Por estos argumentos es que llamo una proeza social a la actividad cotidiana de la UNAM. Sin ella, seguramente nuestro panorama como nación soberana estaría muy empobrecido.
¡Larga vida a la UNAM y a la Fundación UNAM!
Secretario Administrativo de la UNAM