Además de ser un singular honor para cualquier conductor moderar un debate, implica una muy interesante experiencia para el periodista, acostumbrado, casi por norma, a referir hechos y acontecimientos y opinar sobre ellos. Súbitamente el crítico de arte o para ser más preciso, de teatro, se convierte en un extra en la obra y su actuación es analizada con detalle desde muy distintos ángulos.
Empiezo por decir que buena parte de las críticas al INE por el formato son parcialmente atendibles, ya que no consideran que para que un debate funcione debe haber acuerdos y equilibrios, no siempre sencillos, entre los candidatos y los principales medios de comunicación; la crítica más frecuente es que en dicho ejercicio se interrumpe a los candidatos cuando termina una de sus réplicas y no se deja correr el tiempo, como lo puede hacer un periodista en un programa cualquiera (por cualquiera, entiendo uno no sujeto a las reglas estrictas de la equidad) que es el espíritu y la norma del debate presidencial.
El segundo elemento crítico es la selección temática. He escuchado a gente muy apreciable decir que los temas carecían de interés para el gran público y no lo dudo. Si se tratara de buscar temas candentes, todos los debates girarían en torno a la temática abordada en el primero. Quedó claro que, en materia de política exterior, el tiempo parecía sobrarles y aunque no sean temas taquilleros, un país no puede dejar de lado temas como la salud, que para sorpresa mía estuvo a punto de quedar fuera, los subsidios a las gasolinas, los derechos de los pueblos indígenas sobre las zonas de valor ambiental y el futuro de la ciencia y tecnología. Para cualquier ciudadano interesado en el debate público sobre el futuro de su país, y no solamente a quienes nos interesa la grilla, los dos últimos debates nos permitieron ver con rayos X los alcances de nuestros candidatos y desengañarnos; no hay un erudito escondido detrás del candidato independiente. No hay tampoco aspirantes de la mayoría que hayan trabajado de manera potente el tema de la ciencia y la tecnología, para ellos sigue siendo accesoria y en consecuencia pueden vivir repitiendo tres o cuatro latiguillos sin elaborar demasiado porque nadie se los exige. Se han visto muy poco exigidos en salud y el candidato puntero, que es quien tiene la propuesta de salud más desarrollada, sigue sin precisar qué va a hacer con el seguro popular que mal que bien, ampara a más de 50 millones de personas y repite el lugar común: ni es seguro ni es popular. Eso puede servir para ganar elecciones, como también puede servir para que las porras lo vitoreen cuando dice que una economía mexicana sin TLCAN va a funcionar porque se va a combatir la corrupción. Claramente es volver a la lógica del spot y repetir el tema de los sueldos y el avión presidencial que tanto agravian a la población. Ganar aplausos, que es lo propio de las campañas, no aclara sin embargo proyectos de gobierno y ese es el propósito fundamental del debate: aportar información equitativa para que aquellos que no han decidido aún su voto sepan exactamente a qué atenerse. Los que ya lo decidieron no tienen esa preocupación, y como dice la teoría de la disonancia cognoscitiva: cuando mucha gente ha tomado una decisión tiende a persuadirse de manera vehemente a sí misma de que claramente fue la mejor, aunque en su fuero interno sepa que no tiene elementos externos que la validen. Pero así somos.
Un tercer campo de comentarios tiene que ver con el desempeño de los moderadores. Yo creo que no me toca a mí pronunciarme sobre esto porque sería juez y parte. Creo firmemente sin embargo, que de manera general el periodista debe evitar ser el centro de la atención y su función es solo ser un instrumento de la sociedad que, de manera prioritaria, requiere información de primera mano. Nada más pero nada menos. El hecho de ser invitado a un debate es un reconocimiento lo suficientemente fuerte por parte de la institución, los candidatos, los medios y la propia sociedad como para no buscar otra cosa. Creo que todos mis compañeros hicieron lo que a su leal saber y entender era lo correcto y yo no puedo más que felicitarlos. Estar sentado frente a los candidatos y formular preguntas que decepcionaron a algunos y alentaron a otros, no es un trabajo fácil porque también he de decir, que grupos importantes presionan a los moderadores para que se lancen contra un candidato e intenten destruirlo en el debate, olvidando que nuestro deber, ese día preciso, es mantener equilibrio y equidad, no buscar romperle el alma nadie. Eso lo podemos hacer todos los días en nuestros programas.
Yo creo que los debates de esta elección abrieron un nuevo capítulo en la forma que se estructura la conversación pública y será difícil que en el futuro los candidatos se refugien en ese espacio que le es tan propicio: el spot.
Analista político.
@leonardocurzio