Entiendo que sea irritante para unos y otros el constatar cómo, alternativamente, los partidos políticos actúan con esa inveterada práctica del: ¿de qué se trata, que me opongo? o su contrario: ¿qué propone el Presidente, estoy de acuerdo? También supongo que indigna mucho (a quienes ahora tienen la función de legitimar las decisiones políticas) que, al momento de recoger opiniones independientes, no reciban cheques en blanco o acrobacias políticas al gusto de quien ostenta el poder. Ha habido tantas variaciones en el tema de seguridad, que quienes antes defendían una cosa, hoy excusan con ahínco la contraria y los que bloquearon al PAN y al PRI en todas sus actuaciones, acusándolos de punto menos que traicionar a la Constitución, hoy están enojados porque el PAN ha decidido no acompañarlos. La verdad es que el proceso de aprobación de la Guardia Nacional y la elección del Fiscal ha sido un “fuera máscaras” para la clase política. Un destape que tiene muchas ventajas en el corto y mediano plazo y aunque parezca cínico, me parece que tiene pocos inconvenientes.
Empiezo por las ventajas que supone el que la izquierda (hecha poder) hoy sea la responsable de articular un discurso de construcción institucional. Quienes sabotearon, desde la oposición, todas las leyes, reformas y nuevas agencias, hoy viven la experiencia de tener que pepenar votos del PRI y sin enrojecerse, ver como los voceros del Verde Ecologista apoyan al Presidente con la misma convicción con la que apoyaron a Enrique Peña Nieto. Para la izquierda doctrinaria ese debe ser un sapo espantoso de digerir. Pero nada que en política no se pueda procesar. Es importante decir que el giro pragmático que el Presidente ha tomado en materia de seguridad, debe ser, a mi juicio, apoyado, pero no con el transitorio cuarto, que es una especie de salvoconducto permanente para mantener el statu quo. Tiene derecho (igual que sus predecesores) a organizar su gobierno en los términos que considere apropiados. Los puristas deben reconocer que es inviable pedir al Presidente que actúe como un constructor neutral de instituciones, cuando se le da mejor desmontarlas y conducir el estado de ánimo de la opinión pública a su favor. Para mí es claro que el primer mandatario debe apoyarse en el Ejército, pero el gran tema de este país, para resolver de raíz el problema, es retomar la agenda del federalismo para reforzar a los gobiernos locales e incrementar su responsabilidad. Me parece que el Presidente está dispuesto a hacer lo primero y no hará lo segundo.
Su reflexión, narrativa y propuesta, las hace dentro de las fronteras intelectuales y políticas de su generación y de su movimiento. No es un Presidente que esté preocupado por construir instituciones (como lo demostró en la capital) es un mandatario que se rodea de cercanos y se dedica a hacer política con los temas más delicados. Es un gobernante que no confía en el federalismo ni en el trabajo cooperativo de distintos niveles, por tanto, la exigencia que muy pronto tendrá por parte de la sociedad en materia de soluciones, debe corresponderse con la posibilidad de organizar su gobierno de una manera que no sea posteriormente un obstáculo para dar resultados. El Legislativo hará lo que el Presidente pide (ya ha quedado claro) y la realidad le pedirá resultados en el corto plazo. La experiencia indica que el Ejército es confiable y lo más sensato es que los ejecutivos descansen en él, pero el Presidente sabe que los mismos aliados que lo llevaron a la Presidencia, en dos o tres años le estarán gritando: “no más sangre” y él tratará de explicar que no se puede enfrentar al huachicoleo o a peligrosos criminales, quitarles sus privilegios y que esto no genere una reacción agresiva. Aún me sorprende que se ignore aquello de que la acción del Estado puede generar violencia, cuando es obvio que, si les quitas el negocio, éstos se defenderán como gato boca arriba y la habrá; el Estado nuevamente intentará frenarlos y vendrá una oleada sangrienta. No se puede enfrentar a una mafia y suponer que te devolverán margaritas.
Esta semana el Ejecutivo tendrá el aparato administrativo y de justicia diseñado a su medida. En estos casi dos meses, el primer mandatario ha logrado el apoyo de la inmensa mayoría. Esas mayorías que esperan todo de él, se merecen que les cumpla su grito de guerra: no les puede fallar. Y si falla, no será porque no tuvo las instituciones a la medida de su voluntad.
Analista político. @leonardocurzio