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La victoria electoral de AMLO tiene dos grandes elementos benéficos para el país y, como es natural, suscita por lo menos dos inquietudes. Entre lo positivo destaco la conclusión del proceso de posibles alternancias entre las principales fuerzas políticas. Hemos tenido ya gobiernos panistas priístas y ahora vendrá esta versión de la izquierda que es la última mutación del PSUM, Corriente Crítica del PRI, FDN, PRD y ahora Morena. Una franja muy amplia de la sociedad, que no se sentía incluida en las instituciones, ahora podrá efectivamente sentir que un gobierno en sintonía con sus intereses está al frente de los destinos nacionales. Espero que esto tenga un efecto balsámico y le permita a la democracia asentarse de forma que los perdedores de una elección no consideren que la derrota los condena al ostracismo. Los discursos de aceptación de Meade y Anaya demostraron una categoría política que merece reconocimiento.
Con este triunfo, la izquierda abandonará su discurso del imposible triunfo (no nos dejan llegar, o el INE está al servicio de la mafia) y podrá disfrutar de un sexenio al frente de las instituciones nacionales. Me parece que además de ser saludable para consolidar la democracia, tendrá un segundo efecto benéfico y es que una fuerza política que se ha forjado en una oposición sin cuartel a todo ejercicio de gobierno, ahora tendrá que usar su amplio mandato para cambiar el país. Ya no habrá medias tintas y el nuevo gobierno le tendrá que entrar a lo popular y a lo menos popular. Aunque no se sepa más eso del ejercicio del gobierno es sabido que la mayor parte de las decisiones que un presidente toma oscilan entre lo malo y lo menos malo, casi nunca tiene margen para decidir y dejar satisfecho a todo mundo. Recortar presupuestos, revisar tarifas de servicios públicos, mantener equilibrios macroeconómicos, evitar que las calificadoras señalen que estás fuera de lugar, formarán parte ahora de los expedientes que lleguen al escritorio del presidente. El control de las presiones externas, el funcionamiento de los hospitales o el robo de combustible serán los problemas que aquejarán a un ejecutivo que tendrá ahora la responsabilidad de hacer aquello que durante 20 años criticó a los gobiernos de otros partidos, tomar decisiones en el margen. Estoy seguro que la maduración que da la experiencia de gobierno será muy positiva y ayudará, entre otras cosas, a mejorar la calidad de las instituciones. Ningún presidente, por popular que sea, puede gobernar, por ejemplo, con una PGR como la que tenemos.
Ahora bien. Las dos inquietudes que se irán despejando en los próximos meses tienen que ver con la agenda de políticas públicas que el nuevo presidente empiece a desplegar. Se ha acabado el tiempo de las promesas y ahora las expectativas juegan en su contra. ¿Conseguirá reducir la violencia como lo ha prometido en esta larga campaña? ¿Podrá en efecto ofrecer en pocos meses una expectativa de cambio para todos aquellos que tienen hambre de prosperidad y justicia? El umbral de espera suele ser corto para estos gobiernos que apostaron en campaña a subir expectativas. Igual que le cobraron a Peña Nieto el incumplimiento de su promesa de que él sí sabía cómo gobernar y fue incapaz de reducir los homicidios o mejorar la infraestructura, Andrés Manuel López Obrador sabe que el reloj corre en su contra y las finanzas públicas están estresadas y por tanto su margen para cambiar es reducido en el corto plazo.
La segunda es demostrar que es un Presidente conciliador y que puede convivir sin fricciones con las instituciones democráticas. Peña Nieto tuvo que firmar un Manifiesto Republicano para tranquilizar a quienes no teníamos la certeza de que un retorno del PRI supondría el fin de la apertura democrática. No se quedaron 70 años más como presagiaron algunos en 2012, al contrario fueron goleados en su primera reaparición y reconocieron su derrota. En este caso la izquierda morenista deberá acreditar en los hechos que su fuente de inspiración es genuinamente democrática y que su llegada al poder con amplias mayorías no supondrá un riesgo para el régimen de libertades.
Yo mientras tanto le auguro éxito, pues será un gobierno emanado legítimamente de la voluntad popular.