Leonardo Curzio

AMLO y la política exterior

07/01/2019 |04:18
Redacción El Universal
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En esta semana la política exterior dominará parte de la agenda nacional debido a la celebración de la tradicional reunión de embajadores y cónsules (REC). Es una oportunidad inmejorable para que los representantes diplomáticos y consulares del país tengan un contacto directo con el canciller y por supuesto con el presidente y también que el jefe del Estado se forme una idea clara de lo que es el servicio exterior. Estoy seguro que una vez que lo conozca cambiará su percepción, como ha cambiado radicalmente la del Ejército en estos meses de contacto directo con ellos. Hoy el presidente sabe que para combatir el robo de combustible o tomar el control de Morelos, pasa por tener un Ejército en el que puede confiar; estoy convencido de que el contacto directo con embajadores y cónsules le permitirá modificar esa visión distante que ha exhibido. Para muchos representantes será muy relevante disipar inquietudes (que ellos mismos no han podido despejar a su personal) algunos por timoratos y otros porque se acogen a la tradicional zalamería política que conlleva el ciclo sexenal.

El presidente podrá comprobar de primera mano que las funciones de representación en el exterior no son una cuestión superflua como tampoco lo es la proyección de México en el exterior. Es sabido que al presidente la política exterior no le resultaba particularmente relevante, pero ya como inquilino del palacio ha podido comprobar que por lo menos un tercio de su tiempo lo consume la relación con el exterior y que según el artículo 89 tiene la indelegable facultad de conducirla. Por tanto, su primer discurso ante embajadores será crucial para aquilatar cómo pretende insertar a México en la globalidad y cómo pretende que el país sea percibido. Insisto en que la imagen del país sigue siendo una asignatura pendiente que a este gobierno, al que viene y a los que los han precedido le seguirá constituyendo un talón de Aquiles. Un país poco confiable y con imagen deteriorada no puede defender con suficiente fuerza el arbitrario discurso del muro. México tiene una pésima imagen en el exterior y si bien el nuevo gobierno ha generado expectativas de cambio, su obligación es que todo esto se llene de contenido y construya un relato diferente del país. AMLO debe ofrecer al mundo una lectura de lo que es su cuarta transformación para evitar ser encuadrado permanentemente como un caudillo populista. Hasta ahora sus decisiones le han hecho perder puntos y el tema del aeropuerto se sigue comentando en los círculos internacionales como un gravísimo error de un gobierno que destruye riqueza antes que crearla. La violencia sigue siendo la nota dominante y el juicio del Chapo ha incrementado la percepción de que el país es corruptísimo. El servicio exterior puede ayudar al presidente a difundir su idea política de lo que México debe ser y por tanto me parece que REC reviste gran relevancia.

En política exterior el gobierno ya ha tomado dos decisiones importantes. La primera es mantener una relación cordial, a pesar de los pesares, con Trump y jugar en la misma línea que la administración anterior que es no responder por la redes sociales a los embates del presidente. En política latinoamericana ya se anunciaba que México se retiraría del consenso del Lima para presionar a Venezuela. Me parece que, salvo que se haya pactado algo en la comida del 1 de diciembre entre AMLO y Maduro para que éste último abra una solución política honorable, estamos ante un grave error. Invocar una política principista cuando se tiene una crisis humanitaria en un país vecino y muy querido es como aquellos que sostenían (en su momento) que el apartheid era un asunto de política interna de Sudáfrica. Venezuela ha roto todo aquello que a un régimen soberano se le debe reconocer. Disolver un parlamento legítimamente electo para imponer una farsa de asamblea constituyente es impedir al pueblo venezolano su autodeterminación. Perseguir a sus compatriotas y provocar un éxodo de las dimensiones del venezolano tiene más de Idi Amin que de Pinochet. La pregunta incómoda para un gobierno de izquierda (que sigue mostrando un enorme doblez en lo que a valores de derechos humanos y libertades significa) es si mantendría esa misma postura si una tiranía derechista estuviese cometiendo esas atrocidades.

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Por otra parte, además de hipotecar su solvencia en lo que a derechos humanos se refiere, es probable que buena parte de los países latinoamericanos tengan una menor disposición a pactar en Naciones Unidas alianzas con México y eso tenderá a aislarnos. Además, me parece un error de los grandes dejar a la derecha latinoamericana la conducción del proceso, cuando son los países más directamente afectados (Colombia y Brasil), y eso es un gesto de olvido a los demócratas venezolanos. Al igual que Fox optó por una política exterior ideológica (la agenda del PAN) en la que se optó por la confrontación a Chávez hoy la izquierda mexicana (la agenda de Morena) manda un mensaje también de política exterior ideológica que es ofrecer un balón de oxígeno a un dictador opaco y atroz.

Analista político.
@leonardocurzio