Hace unas semanas escribía, en este espacio, que la mejor noticia para el país sería un consenso en la edificación de las instituciones que atienden la seguridad pública. Al igual que ocurrió con la construcción de los organismos electorales y del Banco de México, el consenso y la despartidización de las iniciativas es muy rentable en el largo plazo. La voluntad de las mayorías de hacer prevalecer su visión sobre las minorías, suele dar corta vida a los productos de la imposición; en cambio, aquellos que nacen de un entrelazamiento de visiones propenden a ser más duraderas en el tiempo y no puedo más que celebrar la disposición de la mayoría a pactar una institución que no nace con el estigma de la imposición o la marca de un presidente. Sabemos que el ritual sexenal lleva al titular del Ejecutivo a querer borrar de un plumazo lo que hizo su antecesor; en cambio, cuando las instituciones adquieren un carácter de Estado, como ocurre con el Banco de México o el Inegi, se inhibe la tentación de usarlas en ese siniestro juego de la política mexicana de cambiar nombres a las Secretarías y rehacer los programas en cada administración para satisfacer la vanidad del gobierno en turno. En el caso de la Guardia Nacional, se ha optado por la mejor vía y ojalá sirva como inspiración para pensar el entramado institucional del país.

El Presidente dijo en Monterrey que había mil asuntos en los cuales las fuerzas políticas se podían confrontar, pero pedía encontrar un punto de convergencia en el tema de la seguridad. Me parece que fue un acierto y una respuesta a la altura de la oposición. Espero que este capítulo de la vida institucional también nos permita inspirar más episodios de colaboración republicana en otros temas en los cuales la disputa partidista de la agenda es ruinosa para el país. Pienso por ejemplo en el presupuesto del Inegi. No creo que a nadie le beneficie que un órgano que provee información estadística vea mermadas sus capacidades por una restricción presupuestal. Tampoco creo que las universidades merezcan los señalamientos de simulación y engaño que se han sugerido. Respetar de una vez por todas la autonomía de las mismas, es la mejor idea que se puede tener para no provocar desconfianzas internas.

Habrá organismos autónomos o reguladores que se deban revisar, tanto en su mandato como en gastos operativos, pero lo primero que tiene que ocurrir es que el jefe del Estado cese de zaherirlos en su conferencia mañanera. No es justo ni procedente que en un orden republicano el Presidente utilice su popularidad para disminuir, en el aprecio público, el trabajo de las instituciones. No es justo porque si algunas de ellas tenían el mandato de crear un mercado energético, no se les puede reprochar que intentaran, por todas las vías, compactar el monopolio.

Ojalá que Porfirio Muñoz Ledo, como gran maestro de la República moderna, les recuerde a las mayorías dos experiencias fundamentales. La primera fue su participación, junto con Ifigenia Martínez y Cristóbal Arias, en un Senado en el que la inmensa mayoría sometía a una oposición que era también demonizada por un Presidente que controlaba los medios de comunicación y cada vez tenía más popularidad. Aquellos senadores que hoy pertenecen a la mayoría defendieron sus ideas y el avasallamiento de ese entonces les fue dando legitimidad con el tiempo, porque defendían con argumentos sus ideas y el eclipsarlos de manera inequitativa los llevó, poco a poco, a que la gente valorara más su esfuerzo. La sociedad tiende a apreciar a quienes con sinceridad defienden sus ideas y también, tiende a despreciar el mayoriteo pandilleril que propende a lo abusivo si es empleado sin ton ni son. Una mayoría que desprecia la participación de la sociedad civil y los argumentos de los expertos que, con lealtad al país y a la verdad, plantean soluciones alternas, pierde también consideración pública y esa es muy difícil de reconquistar. Y la otra lección que debemos a don Porfirio es cuando llamó a la reforma del Estado y recordaba que hay un espacio de la democracia en el que las fuerzas políticas se confrontan, discuten y pelean, palmo a palmo, el poder y hay otros tiempos en los cuales se construye la República. Las campañas son la esencia de la democracia y la construcción del Estado es la esencia del gobierno. El pueblo habló el año pasado y constituyó un gobierno mayoritario que ahora, con esta unanimidad en el Senado, nos demuestra que tiene disposición a gobernar para todos en el ámbito de la seguridad. ¡Albricias! Ojalá el tono de los próximos meses sea construir el espacio de la República y el presidente-candidato deje ya esa función y haga lo que demostró que puede y sabe hacer, este jueves y viernes, y llevar adelante una política de Estado, en temas como la política exterior y otros más, sin dividir al país entre quienes le caen bien y quienes no.


Analista político. @leonardocurzio

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