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México ha consolidado sus fundamentos macroeconómicos y fiscales, ha mantenido un sector financiero saludable y ha incrementado su capacidad de producción y exportación. Pero estos avances no han sido suficientes para alcanzar un mayor nivel de bienestar general para toda la sociedad, en las distintas regiones del país. Hoy, tenemos la obligación de detonar el crecimiento de la economía y reducir la desigualdad. Los empresarios estamos convencidos de que podemos avanzar si tomamos las decisiones correctas y promovemos las políticas públicas adecuadas.
Para lograrlo, la estabilidad económica debe conservarse a través de una inflación controlada, una reducción en la deuda gubernamental y un gasto público más eficiente. La inflación es el peor de los impuestos y tiene el mayor efecto sobre los grupos más vulnerables, por lo que debe ser una prioridad mantener la estabilidad de precios, respetando la autonomía del Banco de México y su único mandato de controlar la inflación; mejorando la eficiencia del gasto gubernamental, reduciendo la deuda pública a un máximo de 40% del PIB, y consolidar la economía de mercado con apertura económica, que permite tener mayores opciones y mejores precios para los consumidores.
La inversión pública debe dirigirse a fortalecer la actividad productiva y desarrollar una mayor infraestructura, que permita generar más empleos con prestaciones. A través de asociaciones público-privadas (APP), los empresarios podemos sumarnos a un esfuerzo nacional, con responsabilidad, por mejorar la infraestructura, privilegiar las obras con mayor rentabilidad social y brindar una mayor conectividad a lo largo y ancho del país, especialmente en las regiones menos desarrolladas.
Los mexicanos tenemos que reducir las brechas de desigualdad que nos separan. Tenemos que hacer del desarrollo regional un nuevo motor de la economía. Si bien el sector exportador ha sido el principal impulsor del crecimiento económico, hoy es necesario encender paralelamente el potencial del mercado interno y sumar a las regiones más rezagadas a las cadenas productivas globales.
Las micro, pequeñas y medianas empresas que hoy tienen bajos niveles de productividad deben ser apoyadas a través de un mayor acceso a financiamiento, tecnología y nuevos mercados nacionales e internacionales. En particular, debemos apostar por una regulación más simple y eficiente que facilite su operación, fomente la creación de nuevos negocios y se convierta en una llave para la generación de más y mejores empleos formales.
Los mexicanos tenemos el talento para competir con éxito en los mercados globales, ya lo hemos demostrado. Necesitamos mejorar las capacidades de la población para continuar con nuestro crecimiento. Es necesario elevar la calidad de la educación en todos los niveles, así como acercar más a las escuelas, las empresas y los centros de investigación. Una mejor formación y capacitación se traduce en productividad, que genere mejores empleos, mayores ingresos para los trabajadores y mayor riqueza para el país. A la vez, complementar el bienestar de las personas a través de mayor acceso a la salud y a pensiones dignas.
Para el sector empresarial, estos elementos, junto con un Estado de Derecho sólido, deben marcar la ruta hacia un México más próspero y justo. Los países que han logrado avanzar hacia el desarrollo son los que han sentado las bases de una economía competitiva, capaz de generar oportunidades de empleo y desarrollo para su población.
Presidente del Consejo Coordinador Empresarial.
@jpcastanon