Una de las grandes deudas de la historia económica reciente es haber fallado en la inclusión de los jóvenes al aparato productivo. A pesar de que México ha tenido un bono demográfico (la población económicamente activa es mayor que la no activa), no se construyeron las bases para aprovecharlo. Ahora, tenemos una última oportunidad para que la fuerza de la juventud se convierta en un motor de desarrollo en el país.
No hay tiempo que perder. En los próximos años, la proporción de la población económicamente activa va a empezar a disminuir gradualmente, mientras que la de mayores de 65 años empezará a aumentar, poniendo a México en una situación vulnerable, con mayor presión de recurso para pensiones y menor capacidad de ahorro e inversión. Por ello, es fundamental que se tomen acciones inmediatas para incorporar a los jóvenes a la actividad económica.
En el sector privado tenemos la firme convicción de trabajar para que los jóvenes encuentre puertas abiertas al empleo. Con ese objetivo, llevamos trabajando más de cinco años en el Modelo Mexicano de Formación Dual, diseñado para que los jóvenes que están en la escuela puedan cumplir una parte de su currículo académico en un centro de trabajo. Tenemos la meta de que, para 2018, hayamos formado a más de 10 mil estudiantes con este modelo.
Ahora, es imprescindible que este esfuerzo se siga escalando; que se acerque más la formación educativa con las necesidades del mercado laboral. Necesitamos que las escuelas ofrezcan una formación de calidad en aquellas necesidades que se identifican como retos en el sector productivo. Así no sólo elevamos la productividad de las empresas, sino que también aumentamos la empleabilidad y el ingreso de los mexicanos.
En los próximos meses, trabajaremos con el gobierno entrante para encontrar áreas de colaboración en la tarea de incluir a los jóvenes en el mercado laboral. Los empresarios trabajaremos para abrir oportunidades de empleo a la juventud, pero para ver un cambio sustantivo en la calidad del empleo y nuestra economía, necesitamos también incrementar la calidad de la educación en nuestro país. Debemos asegurar que todas las escuelas cuenten con la infraestructura y servicios adecuados, así como aumentar las capacidades y conocimientos de nuestros maestros. Es indispensable mejorar los contenidos y programas educativos y, sobre todo, sostener un compromiso con la evaluación en la educación para garantizar sus resultados o, al menos, la capacidad de mejorarlos.
El reto es enorme, pero podemos superarlo. Países como Corea del Sur crecieron a tasas promedio de más de 6% anual cuando tuvieron un bono demográfico (1960-1990). Si tomamos las medidas adecuadas en materia educativa, para formar las capacidades y habilidades que requieren las nuevas realidades y retos que se presentan en el mundo del trabajo; si adoptamos medidas laborales pertinentes, para que haya nuevos y mejores incentivos a la contratación de jóvenes; si impulsamos la innovación y las nuevas tecnologías digitales, aumentaremos la productividad y competitividad de nuestra economía. Sin duda generaremos los espacios necesarios para que nuestros jóvenes tengan un mejor futuro y, con ellos, todos los mexicanos.
Presidente del CCE