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Nuestro país vive un momento de definiciones. Los mexicanos tenemos que decidir qué modelo de país queremos para avanzar hacia el futuro. En el sector privado, sabemos que México necesita conciliar la necesidad de producir más, con la responsabilidad de distribuir mejor. El crecimiento económico y el empleo son el único camino para elevar el bienestar de manera sustentable.
Y uno de los mayores motores de la actividad productiva ha sido el comercio internacional. Hoy, el comercio exterior representa alrededor de 70% del Producto Interno Bruto (PIB). Las exportaciones mexicanas se han multiplicado más de seis veces y el sector exportador ha registrado un crecimiento mayor al de la economía.
Esto se ha traducido en más y mejores empleos para los mexicanos. Actualmente, alrededor de uno de cada cinco empleos en México está relacionado con empresas que exportan o tienen inversión extranjera. Y estos puestos de trabajo reciben sueldos 37% más altos, en promedio. No es casualidad que los estados más desarrollados concentran más de la mitad de las exportaciones, como Baja California, Chihuahua o Nuevo León; mientras que los estados más pobres no representan ni 3% de nuestras exportaciones, como Guerrero, Chiapas y Oaxaca.
El comercio exterior se traduce en bienestar y empleo. En los cinco estados que más exportan, la población en pobreza se redujo casi 20% en los últimos seis años; mientras que en los cinco que menos exportan el número de pobres creció 5%. Hoy tenemos la oportunidad de llevar empleo a las entidades federativas menos desarrolladas del sur y sureste de México, si somos capaces de ampliar el modelo que ya ha demostrado éxito en otros estados.
En primer lugar, una negociación exitosa del TLCAN en materia energética nos permitirá profundizar los beneficios de la apertura del sector. La inversión comprometida al día de hoy a través de las licitaciones en energía asciende a alrededor de 200 mil millones de dólares, que se traducirán en más de 500 mil empleos formales y redes de proveeduría de servicios de mantenimiento, transporte y abastecimiento, en beneficio de las PyMEs de la región sureste.
En segundo lugar, necesitamos desarrollar un plan integral de infraestructura para mejorar la logística y el acceso del sureste a mayores insumos. La conectividad de las diversas regiones aumentará el dinamismo comercial y generará que el desarrollo llegue hasta la comunidad más alejada. Como parte de las Zonas Económicas Especiales tenemos que garantizar certeza jurídica y facilidades para la creación de empleo, además de promover y aumentar la inversión educativa para formar técnicos que acompañen el crecimiento de la industria en esa región del país.
México ha encontrado en la apertura comercial un camino al crecimiento económico. Si queremos crecer, más que limitar el comercio exterior que tantos resultados ha dado, hay que ampliarlo en aquellas entidades que hasta ahora han quedado excluidas del intercambio internacional. Tenemos que aprovechar las ventajas competitivas de todo el país frente al resto del mundo.
Por eso es muy positivo que esta semana, el Senado haya ratificado el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés), y se haya alcanzado un acuerdo en principio en el Tratado con Europa. Nuestro país ha avanzado en las últimas décadas para convertirse en un líder industrial y comercial; no sólo en América Latina, sino en el mundo. La integración económica nos ha permitido adquirir nuevas tecnologías, desarrollar más capacidades y —lo más importante— generar más empleos formales y mejor remunerados.