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La semana pasada se presentaron diversos fenómenos naturales que nos han hecho recordar el alto grado de exposición de nuestro país a una gran variedad de eventos geológicos e hidrometeorológicos que se pueden traducir en pérdidas económicas y humanas muy considerables. En esto, como en la totalidad de las actividades sociales, el riesgo puede ser minimizado en la medida en que existan mecanismos de prevención, preparación y atención de emergencias.
Es importante mencionar que la presencia de auditores gubernamentales donde se llevan a cabo las labores de rescate y auxilio a la población, podría entorpecer el buen desarrollo de las mismas; se requiere, por lo mismo, una actitud prudente y con sentido de oportunidad, ello en ningún modo se puede traducir en pasividad.
A primera vista, el papel de los entes fiscalizadores, en estos casos, se limitaría a la mera revisión del cumplimiento de las metas de protección civil, así como a la verificación de la gestión de los recursos en las etapas posteriores al siniestro, con el fin de cerciorarse que fueron utilizados bajo los principios de eficiencia, eficacia y transparencia.
En este contexto, el Comité Rector del Sistema Nacional de Fiscalización (SNF), que es presidido de manera dual por la Secretaría de la Función Pública (SFP) y la Auditoría Superior de la Federación (ASF), emitió, como parte de sus estatutos, la gestión de temas emergentes, entre los que se puede considerar la participación de la auditoría gubernamental en la fase preventiva, de atención y reconstrucción, relacionadas con un desastre natural.
Una práctica innovadora y con visión proactiva que la ASF propone desarrollar, junto con la SFP, es la implementación de un programa de creación de capacidades para los responsables de las acciones ulteriores a los eventos del huracán Katia y el sismo del 7 de septiembre de 2017.
En particular, se pretende promover capacitación expedita a los gobiernos estatales y municipales involucrados, con el fin de proporcionarles referencias técnicas y operativas concretas que, al ser implementadas, minimicen la posibilidad de desvíos, sobrecostos y asignación ineficiente de recursos, entre otras problemáticas potenciales.
Podemos destacar, por ejemplo, la definición y aplicación de tabuladores homogéneos de mano de obra; el establecimiento de procedimientos adecuados para la facturación de materiales; la necesidad de fijar especificaciones mínimas de calidad con sustento técnico; la estandarización de formas de pago de los trabajos a desarrollarse, así como las medidas pertinentes de control para el seguimiento y supervisión de las obras.
Eventos tan desafortunados como los que hoy ocupan el interés de la opinión pública han sido percibidos como espacios en los que, para mayor agravio de las víctimas, se pueden registrar manejos irregulares ante la ausencia de un ambiente de control que conlleve la detección de los mismos y, en su caso, la aplicación de medidas correctivas.
Estas situaciones no deben producirse, puesto que minan el esfuerzo auténtico que muchas organizaciones e instituciones públicas desean hacer para ayudar a quienes resultan damnificados. Por ello, la máxima transparencia en el manejo de recursos y el establecimiento de esquemas que permitan su mejor uso debe ser la norma para enfrentar este tipo de contingencias. El SNF debe constituirse en un foro que atienda esta temática.
Auditor superior de la Federación