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En temas sociales no es sencillo explicar complejas situaciones a través de una fórmula matemática. Sin embargo, por lo que vemos en el país desde hace ya varios años (quizá décadas), la que proponemos parece ser lamentablemente una que sí nos da un panorama certero de lo que estamos viviendo y enfrentando.
La ecuación que proponemos es:orrupción; I5 que se refiere a los elementos de Impunidad, Injusticia, Inseguridad, Inequidad e Inacción; y finalmente, el resultado: FL, la Fórmula Letal. Es decir, la suma de corrupción y las 5 íes genera una combinación mortífera que amenaza la viabilidad y existencia del país. Así de contundente y dramático.
Así vemos explicado el pasado y el actual panorama de la nación. De no actuar con rapidez para desarticular las variables que apuntamos, el resultado se hará patente a una velocidad extraordinaria que nos provocará un patrón irreversible y peligroso. Veamos cada uno de los elementos y la dinámica que advertimos en cada caso.
Corrupción: Confesión de parte, relevo de prueba. Al señalar el Presidente que la corrupción es un tema cultural reflejó en carne propia lo que al parecer será el legado más importante de su sexenio, una fascinación y dedicación grupal para lograr beneficios patrimoniales propios a costa del erario nacional y la población en general. Y yo agregaría que esa “cultura de beneficio” ha sido llevada a niveles insospechados de no simplemente ignorar el mandato de ley, sino de utilizarlo todo para servirse en lo que les conviene. Ha llegado a tales extremos esta práctica, que incluso se han encargado de vulnerar el inicio del funcionamiento del Sistema Nacional Anticorrupción con el intento del FiscalCarnal y la no designación del Fiscal Anticorrupción. Además, en fechas recientes se encargaron de provocar la destitución de Santiago Nieto, quien a cargo de la Fepade cometió la ofensa capital de cuestionar el origen del financiamiento de la campaña de Peña Nieto y su conexión con las maniobras de Odebrecht con la intermediación de Emilio Lozoya. Sumemos la Casa Blanca, Malinalco, Ixtapan de la Sal, el Socavón del Paso Express, OHL, Odebrecht, etc. y tenemos un coctel de irregularidades y la constante de servirse del sistema y no acatar lo que la ley mandata.
Impunidad: La corrupción no sería un problema de no ser por el hecho de que las conductas que infringen la ley no se sancionan. Por increíble que parezca, nos encontramos metidos en un círculo vicioso terrible. El no provocar que las instituciones funcionen como deben en la ejecución de lo que las leyes mandatan es el peor ingrediente si la misión es la de procurar tener un verdadero Estado de Derecho. Las instituciones encargadas de la investigación y procuración de justicia están o colapsadas o con una agenda política que no responde a los intereses de la ciudadanía, sino de las clases políticas y/o empresariales que las controlan. Esta perversión en su funcionamiento no puede seguir así si aspiramos a tener un país de leyes en el que éstas realmente funcionen. Pero actualmente, delinquir paga y paga bien. Lo malo cuenta y cuenta mucho.
Injusticia: Tanto por cifras oficiales como por cuestiones de percepción, estamos ciertos de que en el país se respira una profunda sensación de falta de justicia. La alternancia que llegó en 2000 no trajo por consecuencia el que se corrigieran las deficiencias y abusos de un sistema corporativista. Si acaso se enraizaron más esos cotos de poder y se dejó de desmantelar un sistema clientelar que solamente abona al manejo grupal de intereses sin atender las necesidades de la población en general y, ciertamente, no de las personas que buscan la impartición de justicia ante las vejaciones o abusos de los que son objeto.
Inseguridad: El no saber si uno va a regresar a su casa esa noche sin ser asaltado, extorsionado, secuestrado o privado de la vida, es una preocupación que no pocos mexicanos tienen cada día. Si bien es cierto que la situación es distinta en zonas geográficas del país, ya son muy pocas las demarcaciones en las cuales se respira seguridad. La constante es más bien la de una zozobra total en lo que concierne a dar confianza a la ciudadanía y la nula batalla efectiva contra la delincuencia. Estamos frente a una acumulación terrible de políticas ineficientes, costosas y contraproducentes (incluyendo en forma destacada la inviable política prohibicionista de drogas) que han dado como resultado una espiral de violencia y al traste con la posibilidad de generar una sensación y resultados de seguridad en las calles mexicanas de la absoluta mayoría de las ciudades (de una lista que además sigue creciendo diariamente).
Inequidad: La carencia de un balance, disponibilidad y previsibilidad de justicia, seguridad, educación, trabajo, salud y cultura ha generado una polarización excesiva en el país y la ruptura de los más elementales rubros de sana convivencia social. La realidad es que en el mosaico nacional tenemos enormes grupos que se encuentran marginados de cualquier posibilidad de desarrollo económico, social o político. Estamos viendo el colapso de la posibilidad de avances que la población en general puede y debe tener. El crecimiento de la actividad informal al 60% del total de la actividad económica es una señal por demás preocupante y delicada. La movilidad social es un fenómeno inexistente y por lo mismo frustrante de una sociedad que no encuentra forma de dar salida a las presiones sociales.
Inacción: La tolerancia, complicidad, encubrimiento, frustración y apatía son varios de los fenómenos que, en su conjunto, abonan a que ante los grandes problemas anteriores que enfrenta el país no haya movimientos contestatarios o de corrección institucional. Si bien es cierto, hay pocas probabilidades de un cambio radical en función de acciones aisladas, lo cierto es que no se advierten muchas articulaciones eficientes. Aún la libertad de expresión que ha sido fortalecida con la llegada de las redes sociales, se encuentra amenazada por actos de autoridad que al parecer quieren minar las voces independientes y de crítica, al punto de incluso lanzarles amenazas y auditorías fiscales como respuesta institucional.
Fórmula Letal: Así tenemos que todos los ingredientes de la ecuación nos llevan irremisiblemente a un final trágico. Una nación que de seguir por la suma de estos factores encontraremos un problema estructural serio y una crisis de la cual no pueda darse un retorno sencillo. Nosotros estamos convencidos que ese destino no es inevitable, pero también de que para modificar el vaticinio es indispensable tomar cartas en el asunto y atacar todos y cada uno de los factores con determinación y perseverancia.
No podemos seguir caminando como si nada ocurriera. No podemos tampoco apostar a que una persona sola podrá revertir la tendencia. Se requiere un esfuerzo colectivo en el que se apueste decididamente a la fortaleza de las instituciones, a la transparencia y la rendición de cuentas, a la intolerancia ante abusos y corruptelas, a la participación ciudadana constante, en resumen, a la construcción diaria y permanente de un verdadero Estado de Derecho.
La coyuntura está dada para que el proceso electoral de 2018 gire en torno a analizar lo que las distintas fuerzas políticas y candidatos ofrezcan y se comprometan a hacer en la materia. Solamente con una confirmación de su compromiso, y un arreglo institucional con métricas y procesos permanentes de evaluación es que podremos contar con elementos de convicción de quienes merecen nuestro sufragio. Nada de promesas huecas o sistemas sin monitoreo y gestión efectiva de resultados. Requerimos concreción, eficiencia y visibilidad.
Mientras esto sucede, a los partidos políticos les debemos exigir que no se remitan a darnos expectativas de lo que van a hacer de conquistar victorias en julio de 2018. Si acaso su mejor campaña sería que nos demuestren en los lugares donde respectivamente ya gobiernan que pongan en marcha lo que sus candidatos ofrecen. Si están tan convencidos de que lo que prometen va a funcionar, ¿por qué esperar hasta entonces para comprobar que quieren hacer las cosas que ofrecen? Manos a la obra ante un barco que va a la deriva y con un casco lleno de hoyos que hacen agua notoriamente. Esperar al hundimiento gradual no parece sensato o razonable, sobre todo para los que van en las zonas de mando y cabinas superiores que son quienes mayor responsabilidad tienen en lo que hoy se vive en el país.
Secretario General de México Unido Contra la Delincuencia