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Tan optimista y confiado estaba hace seis años Enrique Peña Nieto como hoy lo está Andrés Manuel López Obrador. Apenas un día después de la toma de posesión de Peña Nieto se firmó en el Castillo de Chapultepec el inédito Pacto por México, acuerdo nacional suscrito por las entonces tres principales fuerzas políticas del país, generador de las ofrecidas reformas estructurales. El Mexican Moment en su esplendor. Enrique Peña Nieto en la portada de Time: Saving Mexico. La cátedra periodística aludiendo a los profundos cambios en México, apuntando a tantas sensibles transformaciones de fondo.

Corroborando que la frustración es hija de las expectativas, se sucedieron una serie de acontecimientos que llevaron el gozo al pozo: desaceleración económica global, caída de precios del petróleo, Tlatlaya, Ayotzinapa, Nochixtlán, la casa blanca entre otras frivolidades, Estafa Maestra, excesivo endeudamiento, visita de Trump, gasolinazo, corrupción enfatizada de ex gobernadores, incontrolable inseguridad, principalmente.

En el epílogo de su mandato, en su último informe a la nación, Enrique Peña se precia de dejar un país mejor del recibido, habiendo concluido 97% de sus compromisos firmados ante notario público siendo candidato presidencial.

Afirma el primer mandatario entregar a la siguiente administración finanzas públicas sanas, con 78% más de contribuyentes, una manejable y decreciente deuda pública, la menor inflación sexenal del último medio siglo, con un crecimiento promedio de 2.5% del PIB y 34 trimestres consecutivos al alza con una deuda pública de 45% —la recibió en 36%— del PIB y una inversión extranjera directa por 192 mil millones de pesos, habiéndose creado cerca de 4 millones de empleos, aunado al orgullo de que México se haya convertido en la sexta potencia turística mundial.

A propósito de informes de gobierno, ¿quién informará a la nación lo ocurrido entre el 1º de septiembre y el 30 de noviembre del presente año? Asimismo, las condiciones están dadas para que López Obrador rinda en adelante sus informes de gobierno ante el pleno del Congreso de la Unión, restaurando así el ritual cívico que dicho acto acostumbró.

Andrés Manuel López Obrador, hoy optimista y confiado, no estará exento durante su mandato de inevitables imponderables, máxime cuando determinados proyectos, por decirlo suave, son audaces y osados. Es así como de la reforma educativa no quedará ni una coma, de la energética sí a una o dos nuevas refinerías y a la modernización de otras seis y no al fracking y a seguir comprando gasolina al exterior a mediano plazo, no a la corrupción ni al aumento de impuestos y de la deuda externa, así como de los precios de la gasolina, no al avión presidencial, no al Estado Mayor Presidencial, no a los Pinos, el nuevo Aeropuerto en Texcoco, en avanzada construcción, a consulta popular —el pueblo es sabio— sí a mayores pensiones, becas y reducción de salarios a altos funcionarios, a incrementar 15.6% a los salarios mínimos, a la disminución del ISR al 20% y al 8% del IVA en la frontera.

Muchos preocupantes y muchos alarmantes sí y no. Sin embargo, aunque por egoísmo, el deseo generalizado es que a López Obrador le vaya bien, que sus planes cuajen y que quienes hayamos dudado, al tiempo nos retractemos.

Que se rompa el estigma: como te ves me vi y como me ves te verás.

Analista político. jrubi80@hotmail.com

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