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Con la aprobación hace cuatro años de la reforma energética, México dio un paso muy importante en la consolidación de un sector energético más moderno y eficiente, más acorde con la realidad internacional y las necesidades y retos que en la materia trae consigo el siglo XXI. Conforme pasa el tiempo y se avanza en el proceso de implementación de la reforma, se pueden observar los primeros resultados y nos damos cuenta de que ésta valió la pena, y está trayendo consigo oportunidades de progreso y de crecimiento económico para nuestro país y, por si esto fuera poco, se deja ver un mejor aprovechamiento de nuestros recursos energéticos. Es muy importante que todo lo que se ha logrado no se ponga en riesgo y que las inversiones comprometidas en el sector tengan la necesaria seguridad jurídica. Por eso resultan preocupantes algunas señales que llegan del próximo gobierno: lo sucedido con el aeropuerto de Texcoco; la amenaza en contra de los órganos reguladores; la posibilidad de que se suspendan las licitaciones, etcétera. Sería lamentable que se perdieran los enormes beneficios que la reforma trajo para México. Me refiero a tres aspectos generales que me parece son especialmente relevantes.
En primer lugar, la reforma energética está brindando a nuestro país nuevas oportunidades para acelerar su crecimiento económico, no sólo por la inversión directa que está detonando la reforma, también porque la reforma ha venido a fortalecer la producción de petróleo, gas y electricidad, que son insumos necesarios para incrementar la productividad y competitividad e impulsar el crecimiento económico.
En segundo lugar, la reforma energética permite que sigan existiendo recursos para potenciar el desarrollo nacional. La reforma asegura que la renta petrolera genere recursos públicos para programas sociales, infraestructura, educación, salud, etcétera, y que los beneficios económicos que resultan de una mayor inversión y producción de energía lleguen a todos los mexicanos.
Finalmente, en tercer lugar, la reforma energética está fortaleciendo a México en el mundo. En efecto, el panorama global en materia energética está cambiando dramáticamente. Mientras que México estaba perdiendo lugar como productor de energía, naciones como Estados Unidos se han convertido nuevamente en exportadoras netas de gas y petróleo. La reforma abrió nuevas oportunidades para que nuestro país recupere terreno y vuelva a ser una potencia energética y, algo muy importante, reducirá la dependencia externa en materia de energía, lo que sin duda vendrá a fortalecer la seguridad y soberanía nacionales.
En suma, la reforma energética trajo consigo nuevas oportunidades de progreso, de crecimiento económico, de tecnología y de inversión, y puso las bases para construir el sector energético que México necesita para enfrentar los retos del mañana. Un cambio de reglas sería muy preocupante.
Falta aún mucho camino por recorrer. Los retos para las instituciones son enormes: garantizar una competencia equilibrada entre las empresas que participan en el sector; hacer más eficientes y transparentes tanto a Pemex como a la Comisión Federal de Electricidad; garantizar que cada peso de la renta petrolera se utilice con honestidad y eficiencia; y, especialmente importante, proteger el medio ambiente y asegurar un uso sustentable de los recursos energéticos de nuestro país.
Soy de los que creen que vamos por el camino correcto en la construcción de una política energética responsable y promotora del desarrollo nacional, y tengo la convicción de que la mejor manera de fortalecer nuestra soberanía nacional es tomando las decisiones necesarias en favor del bien común, buscando sacar el mejor provecho de nuestras ventajas competitivas. Y una de esas ventajas está sin duda en el campo de la energía. México necesita de la energía para dar el salto definitivo al desarrollo en los años por venir.
Abogado. @jglezmorfin