La implementación del modelo neoliberal en México, desde los años ochenta, profundizó la desigualdad en todas sus formas (como el acceso a la educación, la salud, el empleo, y en los niveles de ingreso y riqueza) y consecuentemente, generó la erosión en la cohesión social, la polarización política y el estancamiento económico que hoy padecemos.
La desigualdad en la distribución del ingreso es una característica de la economía mexicana. Según datos de la Encuesta Ingreso Gasto de los Hogares (ENIG 2016) de INEGI, el 30% de los hogares de menor ingreso (deciles I al III) concentra el 9% del ingreso, mientras que el 30% de los hogares con mayor ingreso (deciles VIII, lX y X) le corresponde el 63.3%.
Oxfam (2015) nos da un dato todavía más contundente: el 1% de la población mexicana posee el 43% del total de la riqueza.
En el Paquete Económico 2019, presentado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el pasado 15 de diciembre, el gasto en desarrollo social representa el 65% del presupuesto. Los principales programas que se pretenden impulsar son: Pensiones para el Bienestar de los Adultos Mayores (100 mil millones de pesos —mmp—), el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro (44.3 mmp), la Beca Universal para Estudiantes de Educación Superior Benito Juárez (17.3 mmp) y las Universidades para el Bienestar Benito Juárez (1 mmp).
Como se sabe, la política fiscal es un poderoso instrumento redistributivo. Por una parte, las transferencias permiten que los sectores más pobres de la población tengan acceso a los servicios públicos y al bienestar social. Además, se necesita un sistema fiscal progresivo, que permita la solidaridad entre los distintos sectores de la población.
Sin embargo, los sistemas tributarios en el mundo han caminado en un sentido inverso: la tendencia es a disminuir el impuesto sobre la renta y los impuestos que pagan los grandes corporativos, y a incrementar el impuesto a los consumidores.
México es uno de los países que menos recauda. Mientras que la presión fiscal (la relación entre ingresos fiscales sobre PIB) en México (2016) es de 17.4%, en Brasil representa 32.5% (2015) y en Francia (2016) el 47.4%.
En el Paquete Económico 2019 se renuncia a la transformación del marco tributario. En él se estima que los ingresos presupuestales serán de 5,274.4 mmp, con un crecimiento de 6.3% en términos reales, y de los cuales el 62.3% provendrán de los ingresos tributarios.
Reestablecer el estado de bienestar resulta primordial para mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos. El problema es que la reducción de la desigualdad también depende de la posibilidad de transformar la estructura tributaria. En 2016, el índice de Gini, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso, pasó de 0.503 a 0.443 después de transferencias e impuestos, es decir, se disminuyó la desigualdad en 12%. De esta cifra, un 6.4% se redujo gracias al sistema tributario.
El problema es cómo lograr la expansión de la demanda y un crecimiento inclusivo. Si bien es cierto que el recorte a las excesivas remuneraciones de la alta burocracia y la expansión de los programas sociales es loable, los recursos provenientes de la austeridad en la administración pública pronto alcanzarán sus límites.
Profesor de la Facultad de Economía de la
UNAM