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Parabienes y para males. Disfrutemos el ritual de estos días de enviarnos todo tipo de parabienes para este recién estrenado 2019. Pero hagámoslo sin desarmar nuestros dispositivos para males. Porque el nuevo año pinta mal en México y en el mundo, con un freno al crecimiento económico global, agudizado por las turbulencias internacionales y enturbiado en nuestro país por las decisiones del nuevo gobierno, inhibitorias de la inversión. Y será especialmente malo aquí para los perdedores del presupuesto aprobado por el oficialismo de Morena, con recortes de miles de servidores públicos, el desmantelamiento de programas exitosos y cálculos alegres de captación de recursos que podrían obligar al nuevo régimen a realizar nuevos ajustes. A ello hay que agregar que empezamos ahora un año preelectoral en Estados Unidos. Y ya sabemos el lugar de pesadilla que le corresponde a México en las estrategias de campaña de Donald Trump. ¿Así, o más turbio, el horizonte del año?
Amos Oz en México. Pero hay antídotos. El último viernes del año recién pasado fue de tristeza para numerosos lectores de todo el mundo. Ese día murió Amos Oz, el gran escritor israelí. En la capital mexicana resultaron encomiables los reflejos de los libreros al colocar la obra del autor en las mesas más visibles, así como en la entrada de sus sitios electrónicos. En la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica, con el plus de una atención informada y amigable de su personal, me resultó gozosa la acogida del público que se detiene a revisar los libros de Oz: los marchantes más viejos, para reponer algún título extraviado o temerariamente prestado; los más jóvenes, con la curiosidad que despierta la noticia de la muerte de un ser que descubren de relevancia universal. Y sí que lo es, tanto por su literatura como por sus posiciones activas en favor de la convivencia, la paz, la negociación y el acuerdo entre personas, familias, militantes, gobiernos y pueblos, aun si mantienen rivalidades milenarias, como los judíos y los palestinos.
Curiosidad: ‘virtud moral’. La palabra ‘curiosidad’ para definir la actitud de los jóvenes al aproximarse a los libros de Amos Oz conecta generosamente con la lectura de Contra el fanatismo, en que este autor coloca precisamente la curiosidad como principal antídoto contra esa patología (del fanatismo), generadora de intolerancia, intransigencia y obstinación. Curiosidad para vernos en los zapatos incluso del adversario y así conocer y comprender sus razones y motivaciones, sus deseos, temores y esperanzas. Y aquí también hay que apuntar, por ejemplo, la ausencia en el nuevo régimen mexicano de esa “virtud moral”, como Oz llama a la curiosidad. Abundan en los medios glosarios de adjetivos (des) calificativos del presidente contra quienes no se alinean a sus decisiones, algunas potencialmente desastrosas. Y todavía no se conoce en el nuevo gobierno esa virtud para explorar en los sentimientos, por ejemplo, de miles de servidores públicos, convertidos por el gobierno en parias y adversarios y sumariamente despedidos o degradados en sus ingresos.
Más antídotos. Contra el fanatismo, Amos Oz propone también el humor, otro antídoto por demás escaso (descontando el involuntario) tanto en el discurso oficial, como en las réplicas de sus impugnadores (con excepciones brillantes), así como en los seguidores reverenciales del jefe, incluyendo caricaturistas adictos al nuevo régimen que sacrifican su agudeza e ingenio en aras de la propaganda gubernamental y la descalificación de la crítica. Otro antídoto a proscribir desde el nuevo grupo gobernante es el escepticismo ante las quimeras ofrecidas por el líder. La lista de Amos Oz contra el fanatismo culmina con la capacidad de argumentación, creciente en la prensa crítica y ausente en el oficialismo, que en redes y medios se limita a defender las medidas gubernamentales argumentando que son las mismas que sus críticos no criticaron en el pasado.
Van mis parabienes.
Profesor Derecho de la Información. UNAM