¿Militancia de los mercados? Los banqueros pueden estar interpretando las contradicciones entre el líder lópezobradorista en el Senado y el propio López Obrador, como el juego del policía malo y el policía bueno. El malo sería el verdugo ‘uno’ que tortura física y mentalmente a la víctima, en preparación de la entrada del verdugo ‘dos’ que ofrece el cese del tormento a cambio de obtener lo que ambos verdugos se proponen. En el plano político y mediático, el juego se le facilita al nuevo grupo hegemónico por los sentimientos colectivos poco amigables que inspiran los banqueros. Y se les dificulta a los banqueros porque difícilmente pueden pasar ante la mayoría como víctimas. Y esto le permite a la postre al nuevo régimen aparecer como redentor de las víctimas de los banqueros.
Pero está también el plano económico, es decir, la reacción de los mercados, a la que el nuevo grupo gobernante le atribuye el propósito conspirativo de atentar contra la Cuarta Transformación a través de sus caídas. En esta narrativa fueron ellos, los pérfidos mercados, los que en un primer acto se echaron en picada en protesta por la iniciativa del senador Monreal de reducir o suprimir las comisiones que cobran los bancos por sus servicios. Sólo que en un segundo acto salió el presidente electo a tranquilizarlos con la oferta de no modificar el marco financiero en los siguientes años, con lo cual los mercados se recuperaron.
Pero vino un tercer acto en el que el senador Monreal volvió a la cargada con la afirmación de que su iniciativa anticomisiones bancarias iba a seguir su curso y que tenía el respaldo de la aplanadora morenista en esa Cámara. Aludió, naturalmente, al agravio de la banca al ciudadano y a la independencia del Poder Legislativo, que los mercados ignoraron, o entendieron bien y por eso cumplieron su cuarto día de retroceso. Claro. Hay analistas para quienes esos episodios ilustran fisuras reales en el bloque de poder heterogéneo que se impuso en las elecciones de julio y probablemente algo haya al respecto. Pero déjenme continuar con la hipótesis de los policías que comparten al menos dos viejos amigos, comentaristas financieros.
Acertijo desestabilizador. Y la verdad es que lo que sigue daría para abonarle a una o a la otra hipótesis. Porque mientras Monreal proseguía su ritual rompedor de lanzas contra los bancos, y los banqueros apenas metían las manos, vino un cuarto acto a cargo de la aplanadora morenista, esta vez de sus diputados, confortando a los banqueros, que una vez ablandados por el terror de Monreal, quizás aceptarían las condiciones que por las buenas —o por las no tan malas— les llegaran a imponer los diputados morenistas en un pactado por ellos foro de análisis para revisar la situación del sector financiero, a celebrarse en enero. Pero la verdad es que, así fueran reales las divergencias en el bloque hegemónico, o se tratara sólo de la clásica puesta en escena del bueno y el mal policía, la sola duda que suscita el acertijo reproduce la escalada de incertidumbre y activa la potencialidad de movimientos desestabilizadores de los mercados.
Simulaciones. Este juego del poder no es nuevo en la tradición política vernácula. Más bien resulta un anacronismo. La imagen del presidente impredecible, el que engaña con la verdad, el costal de mañas, muy celebrada en el México cerrado, aislado de la mayor parte del siglo pasado, resultó disfuncional al México abierto al mundo y urgido de ofrecer certezas en sus procesos de toma de decisiones. Es un juego de desgaste rápido. Tanto, que tras la experiencia del NAIM, con sus policías buenos que hacían bajar la guardia a los amenazados con la cancelación, y con una consulta armada para supuestamente legitimarla, la batería de nuevas consultas anunciadas en torno a proyectos ya en marcha por la voluntad de un solo hombre, sólo deja margen para el retraimiento resignado o para la participación ajustada a un resultado ya decidido: la renovación del viejo pacto de simulaciones múltiples.
Director general del FCE