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Tuits de Trump y mañaneras de AMLO. La disparidad en el poder de negociación, convertida en capacidad plena de imposición a México de agendas, condiciones y calendarios, decididos y anunciados por el gobierno estadunidense, se prolonga ahora en la desigualdad entre el incontrastable poder imformativo y comunicacional —a escala planetaria— de la Casa Blanca y el poder de nuestro Palacio Nacional para incidir en el temario de los medios de aquí y de fuera y en la conversación doméstica e internacional. Un Tuit puesto a circular ayer por Trump exhibió en la prensa global el acatamiento de México a las condiciones impuestas por Estados Unidos, como prueba —dijo Trump con dedicatoria a China— de que los aranceles funcionan como instrumentos de negociación. Y seguirán funcionando, había dicho en un tuit anterior, si México no cumple en mes y medio con detener el flujo de migrantes centroamericanos.
En paralelo, en la mañanera de ayer mismo, el presidente López Obrador reafirmó que el acuerdo con Trump fue muy bueno para México. Y a su vez el canciller Ebrard puso el énfasis en que el reforzamiento de nuestra frontera sur y la obligación de retener y sostener aquí a miles de personas de otros países mientras se deciden sus solicitudes de asilo en Estados Unidos, no es algo dictado desde allá. Entre sus tuits de ayer, además, Trump insistió en presumir, para su base electoral fanatizada contra México, y para el consumo global, que las más grandes partes del acuerdo impuesto a nuestro gobierno no han sido aún reveladas, silenciando de hecho, con su poder comunicacional, el desmentido de Ebrard de anteayer, en el sentido de que no hay entendimientos secretos.
Pero más allá de la credibilidad de los gobiernos de ambos países entre sus seguidores y fanáticos, o del respaldo de quienes ya se oponían a la oferta de AMLO de puertas abiertas a la migración centroamericana, o de quienes ven un alivio en la posposición de los aranceles, acaso más relevante y preocupante resulta e hecho de que la comunicación presidencial vea como natural o noticiosamente irrelevante el hecho de más alto valor informativo: que el uso de los aranceles como instrumento de presión o de extorsión transgrede el derecho y los tratados internacionales. En el plano municipal, es como si a la autoridad le resultara irrelevante que una persona obtuviera un beneficio de otra a cambio de no detonar el artefacto activado en su casa, con su familia adentro.
¿Efectos colaterales? De allí la ingenuidad de los voceros del oficialismo en pretender que nuestros negociadores obtuvieron algo que nos faltara, equivalente a lo que cedieron a cambio. Obtuvieron, y hasta eso, provisionalmente, que Trump no detonara un artefacto proscrito y disruptivo de nuestra economía, contra los derechos establecidos en nuestros instrumentos de libre comercio desde hace 25 años. Y probada en México la eficacia del artefacto, de acuerdo al tuit de Trump de ayer, éste se dispone a seguir por ese camino, abriendo paso, de acuerdo al NY Times de ayer, a un periodo todavía más desordenado en detrimento de consumidores y productores de nuestros países. Efectos colaterales de nuestra negociación, que pueden volverse centrales.
Botín electoral. En abril, el presidente López Obrador debió empezar a aprender la lección mencionada por el director del Instituto México del Wilson Center —que recordé aquí el anterior miércoles— en el sentido de que, “si le das a Trump una pulgada, él toma una milla”. Esa lección fue aprendida el viernes en carne propia por un equipo negociador mexicano llegado a Washington dispuesto a ceder pulgadas, pero terminó entregando millas… que estimularán el apetito de Trump por más y más millas. Y como lo cedido por México forma parte además de un botín electoral al servicio de su re elección, su amenaza de dar a conocer puntos no revelados del acuerdo (reales o falsos) se empezará a cumplir en el momento adecuado, desde la disparidad de su incontrastable poder comunicacional.
Profesor Derecho de la Información, UNAM