Todos sobre sus laureles. Ya se sabe que la victoria tiene mil padres y la derrota es huérfana. Pero es el caso que la victoria del Tri sobre Alemania se la arrebatan hoy no mil, sino miles de progenitores que apenas la víspera renegaban de la paternidad de la derrota que anticipaban. La remitían lo mismo a una especie de ADN cargado de sentimientos de inseguridad, fatalismo, convicción de inferioridad ante el campeón del mundo (y ante el mundo en general), o traumas de la conquista española, que a las polémicas rotaciones del director técnico Juan Carlos Osorio y, claro, a la corrupción, como diría ya sabes quién.

Esta vez los jugadores echaron abajo mitos y estereotipos y hoy (casi) todos hacen suyo el triunfo, incluso los grandes anunciantes. Igual, cronistas y analistas deportivos de los medios, algunos de ellos enconados minutos antes del partido contra el seleccionador y varios de sus seleccionados. Y, por supuesto, los candidatos en campaña. De los presidenciales, José Antonio Meade y Ricardo Anaya expresaron antes su confianza en el triunfo de la Selección Nacional, frente al escepticismo dominante. Por eso, una vez consumada la hazaña, Meade pudo reclamar en su cuenta de Twitter: “¿No qué no? ¡Claro que se puede!”, en referencia implícita a que él también podría desmentir en las urnas los pronósticos favorables al puntero.

Anaya siguió el mismo camino en la red: “Para los mexicanos nada es imposible. ¡Gracias @miseleccionmx! ¡Felicidades México! #NadaNosDetiene”. Antes, en el chat de los seguidores de Meade, se había insistido en que el triunfo mexicano se produjo pese a las encuestas que le daban la victoria a Alemania, como las que hoy se la dan (precipitadamente, se infiere) a López Obrador. Frente a ellos, seguidores de Morena pasaron de descalificar la euforia nacional como maniobra distractora del supuesto fraude que se estaría fraguando contra AMLO a apropiarse también de los laureles de la Selección. Su “argumento”: que México nunca, hasta hoy, había vencido a Alemania, igual que nunca nadie había vencido aquí a la “mafia del poder”, como lo haría su candidato.

No hay más fiesta que la nuestra. Sólo que el propio AMLO pasó a enfriar esta fiesta al minimizar la proeza deportiva en contraste con la epopeya que adelanta de su elección dentro de 10 días: “Imagínense: si hoy hay alegría porque ganó la Selección (esa insignificancia espuria, acotaría la R de Monsi ahora en su cumpleaños 80) , imagínense cómo va a estar la alegría la tarde-noche del pueblo (porque seguro la del domingo era pura oligarquía, Ibid). Será un acontecimiento histórico (ése sí): la cuarta transformación de México”.

No hay más fiesta que la nuestra, parecería parafrasear AMLO un texto de Siqueiros de siete décadas atrás: “No hay más ruta que la nuestra”, proclamaba sobre su escuela artística (ciertamente trascendental) y su orientación política de raíz estalinista. Y ahora sí que imagínense cómo sería la presidencia de un candidato que hoy no pudo contener su impulso de minusvalorar una manifestación de júbilo popular por ser ajena a su culto y a su ruta al pedestal junto a Hidalgo, Juárez y Madero, a la cabeza de la cuarta transformación de México. ¿Habrá espacios para otras rutas, otras voces, otras fiestas diferentes a las suyas?

Relax. “Usos y gratificaciones” es una línea de investigación sobre lo que la gente hace con los medios, más que lo que los medios le hacen a la gente. Y aparte de los usos descritos del mensaje mediático de la victoria mexicana en Rusia, otros profetas lo usan para habilitarse como modelos, guías y sinodales de la actuación de nuestros futbolistas en la cancha y de los celebrantes en calles y redes: ahora presumen que el Chucky es producto acabado de su prédica para México. Y desde su cátedra aprueban emocionados la picardía de la hinchada mexicana. Nos vendrían bien menos usos y más gratificaciones espontáneas, desinteresadas por este buen momento de los mensajes de nuestros deportistas y de nuestros hinchas.

Director general del FCE

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