¿Sembrar el miedo? Lo que estaría en juego en estas semanas, de acuerdo a los debates en los medios, es la instauración de un monopolio unipersonal (que podría llegar a ser unipartidista) del poder político, con la suspensión indefinida de elecciones competitivas de ahora en adelante: un régimen más hermético y excluyente que el (mal llamado priista) surgido en 1929, hasta su implosión en los años de 1990. Un ángulo específico de los debates de hoy es el que atañe a la comunicación del actual gobierno, en particular a las representaciones mañaneras del presidente López Obrador. Éstas constituirían una fórmula para sustentar su monopolio del poder político en un monopolio de la definición de la agenda pública: la fijación desde el poder de las conversaciones y las discusiones de la gente, como ocurre en los regímenes autoritarios.

Pero en los últimos días del espectáculo mañanero se agudizaron algunos rasgos más propios de los regímenes totalitarios, que de los autoritarios. Ése sería el caso de la transmisión del miedo a quienes han resistido, o resisten ahora, o piensen resistir en el futuro a los designios del poder. Para ello, desde la tribuna mediática de mayor alcance de la nación, se emiten señalamientos o acusaciones con destino al tribunal de la opinión pública, o a los también conocidos como tribunales paralelos: paralelos a los tribunales de derecho. Y en voz de un presidente con sus niveles de aprobación, sus señalamientos se convierten en veredictos populares de culpabilidad, en los términos de la sentencia de origen del supremo tribunal paralelo erigido cada mañana en Palacio Nacional.

Una vez en el dominio público, la sentencia del tribunal paralelo puede convertirse en axioma incontrovertible para el tribunal de derecho. Y los efectos ejemplarizantes de esta fórmula hacen cundir el miedo ante todo intento de participación en el debate de los asuntos públicos, un miedo que silencia y paraliza a las sociedades sometidas, como el que parece respirarse ya en algunos círculos empresariales, intelectuales y del mundo de la comunicación.

Más allá. Otro tema de la agenda de la semana lo dio la aparente determinación de Palacio de seguir sustituyendo uno a uno a los ministros de la Corte de Justicia con allegados de la corte presidencial, en lo que parece un proceso de restauración del control del Poder Judicial por el Ejecutivo, al que se suma el del Legislativo, consumado ya en las urnas de julio. En la misma dirección el Ejecutivo se muestra en vías de minar los contrapesos de los órganos autónomos constitucionales. Y en abono del proyecto de restituir el monopolio del poder político bajo el mando de una persona, su grupo y su descendencia, que ocupa la agenda pública de hoy, se argumentan los aprestos para erosionar la autonomía del Instituto y del Tribunal electorales; el reparto directo de dinero a legiones de electores; la maquinaria de superdelegados del presidente en las entidades federativas para la distribución en mano de los recursos federales, difuminando el poder de los gobernadores. También, la red que nos depara la flamante Guardia Nacional, con sus controles de la población a cargo de virtuales prefecturas policiales-militares sembradas en todo el territorio nacional. Otra vez, más allá de lo que se atrevió el antiguo régimen.

¿Revocación o perpetuación? Finalmente están los golpes anunciados contra las pocas condiciones restantes de una competencia electoral equitativa, como la reforma en curso para reducir a la mitad los recursos públicos destinados a los partidos, lo cual perpetuará la impotencia de la oposición. Y lo más ominoso: la iniciativa en turno del referéndum revocatorio o ratificador del mandato presidencial, que en las próximas elecciones intermedias de 2021 colocaría en campaña el ícono del presidente en funciones para conservar o acrecentar la prepotencia de la aplanadora legislativa, duplicar su número de gobernadores, multiplicar el de sus alcaldes y consolidar una hegemonía duradera.


Profesor Derecho de la Información.
UNAM

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