Cómo (no) nos ven. A mayores libertades informativas en una comunidad, mayores y más críticas son la conversación pública y la cobertura de sus medios sobre los temas conflictivos domésticos, pero menor es el interés de tales medios en los temas externos. De allí la recurrencia de sociedades democráticas contemplándose el ombligo, sólo pendientes de sus asuntos internos. Y ya lo hemos analizado aquí en la escala de México: la esfera pública y los medios mexicanos solían ser más cosmopolitas, más atentos al acontecer mundial décadas atrás: cuando el poder político dominante no dejaba mayor margen para la información crítica y monopolizaba la definición del debate sobre los temas nacionales a través de variados recursos de control de los medios. Ello, en contraste con estos tiempos de pluralidad y libertades de información y opinión en los medios y en las discusiones públicas mexicanas, en que la atención suele centrarse en el temario local.

Hay excepciones ante el alto valor noticioso y el atractivo que despiertan en todas partes los hechos calamitosos: desastres naturales o crímenes espectaculares, o las grandes crisis, políticas o económicas, por remotos que resulten los lugares en que acaecen. A este capítulo corresponde el importante peso informativo asignado a temas geográficamente distantes, pero con potencialidad de repercutir en la esfera propia. Este sería el caso, por ejemplo, de la nueva votación sobre el Brexit en el Parlamento del Reino Unido, que mantuvo en vilo la atención de los noticiarios europeos nocturnos, como lo vivimos anoche mi esposa y yo a la mesa hospitalaria del reconocido artista plástico mexicano Ricardo Regazzoni y el sociólogo holandés Guido Stockmann, desde su casa a la orilla del Canal de las Flores (el Bloemengracht), en este helado, pero aún así bullicioso, alegre y amigable Amsterdam.

La práctica de observar el país propio desde los medios de otros países, es decir, desde la función selectiva de lo relevante para otros, ayuda a poner en perspectiva y relativizar los dramas en que centran su atención los medios nacionales. Así, tras semanas de ocupar las primeras planas de los diarios y los primeros planos de los noticieros mexicanos, con el horizonte mediático de una parálisis económica y social de nuestro país por el desabasto de gasolina, el tema del huachicoleo con el que el presidente de México ha iniciado este mes sus conferencias diarias de prensa, sólo ha merecido la controversial mención del Wall Street Journal, que sugirió que el desabasto se debía a la baja en las compras gubernamentales de combustible a Estados Unidos, y alguna otra referencia internacional sobre potenciales efectos inflacionarios de la crisis gasolinera.

De parálisis a parálisis. Pero es hora que el tema de una parálisis parcial en México no aparece en la esfera pública global. En cambio, ocupan los espacios privilegiados de la prensa internacional la parálisis británica por la votación parlamentaria de anoche sobre el plan de la premier May para abandonar la Unión Europea, con la parálisis parcial del gobierno estadunidense con que el presidente Trump presiona a su Congreso a fin de que le autorice los recursos para construir el muro en nuestra frontera. Incluso en su primera plana de su edición europea de ayer, el New York Times junta los dos temas bajo la ‘cabeza’: “En Gran Bretaña y Estados Unidos, una parálisis compartida”.

De populismos a populismos. Desde el ‘sumario’ de su nota sobre las parálisis británica y estadunidense, el Times se refiere a una batalla de élites y liderazgos populistas que hace que “dos venerables democracias sufran crisis similares”. Quizás la democracia en México no merezca el adjetivo de “venerable”, pero lo que sí parece faltar ante la actual y otras crisis mexicanas es más discusión y análisis sobre la situación de las élites y el liderazgo populista en vías de revertir los avances de la democracia mexicana para hacerla no sólo menos venerable, sino menos funcional.

Profesor Derecho de la Información UNAM

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