Empieza 2019, querida ciudad, y la gente se viste de todos los propósitos y mensajes plagados de lugares comunes, todos muy bien intencionados. Renace el espíritu de los que se inscriben al gimnasio y brotan cual tréboles de banqueta quienes miran el calendario como un libro con trescientas sesenta y cinco páginas en blanco acompañados de su antítesis que siente náusea ante el entusiasmo de renovación. Estos días son el espacio perfecto donde uno puede utilizar clichés como consomé de pollo e, inadvertidos al lado de otros lugares más comunes, los nuestros pasan por buenos.
Una trama clásica de cómics y de un titipuchal de novelas es la del héroe que, una vez que logra vencer cualesquiera vicisitudes y adversarios, se vacía de sentido heroico. Se trata de una vuelta de tuerca interesante en historietas, libros y películas por igual porque ese personaje con el que buscamos identificarnos vence, por muy complicada que pareciera su empresa. Y la pasa muy mal tratando de transformarse en ese otro personaje que ya no es el héroe incontrovertido.
Entonces se le ve lidiando con lo cotidiano, con lo difícil que son las vicisitudes y enemigos de todos los días, con el tránsito, la burocracia, con lavar los platos. Y ese personaje tan bidimensional para el que el bien y el mal eran una ecuación de primer grado, atado a sus principios nobles pero harto estrechos y poco pragmáticos en la vida real, empieza a mostrar sus costuras. Lo vemos manoteando al aire sin saber bien contra qué sigue luchando, o llevando al extremo lo que entiende por justicia, por equidad, por lo que sea que signifique el bien en estos tiempos tan desorbitados.
Y pasa lo que sabemos que va a pasar pero casi nunca nos cansa. Viene alguno de esos personajes secundarios que simbolizan la experiencia y sabiduría y le sorraja las líneas que nos sabemos de memoria a nuestro personaje principal, que para entonces ya se peleó con buenos y malos y no atisba a salir de la maraña de confusión: “te convertiste (o “te has convertido, para quienes estemos leyendo la versión española”) en aquello que siempre juraste destruir. Y yo me pongo a pensar, perdonarás la burda comparación, ciudad, que si esto le pasó al mismísimo Batman, ¿cómo podemos tú y yo estar seguros de que no le puede pasar a nuestro presidente?
Atiborrando esta nota de lugares comunes, podemos pensar en que el sexenio está apenas en el principio del principio, pero a este comienzo ya le han llovido críticas por tantos frentes como el propio ejecutivo se encargó de abrir. Desde la reducción a rajatabla de sueldos a servidores públicos de todos los niveles hasta el tema de la guardia nacional. ¿”El que mucho abarca poco aprieta” o “cuanto más cambian las cosas, más permanecen iguales”? ¿O de plano se están adelantando unas setenta veces las conclusiones? La pregunta, híper cargada de clichés, cabe sin desentonar en esta temporada en la que estamos tan fundamentales, tan decididos a hacer que este año nuestro recuento de redes sociales muestre un resumen de fotos y estados más interesante.
Tuit: se lee en las redes que todavía no tenemos presidente. Se me antoja una exageración provocadora. Pero asoma una duda más interesante. ¿Habrá que admitir que algunos héroes se hicieron para tumbar algunos enemigos y luego pasar la estafeta a un perfil más administrativo? ¿Que no siempre un buen contendiente hace necesariamente a un buen presidente? ¿O mejor con calma y nos amanecemos? ¿Se habrá hecho Batman preguntas semejantes mientras está atorado en la fila del banco para pagar el predial con descuento?