Al calor de este inusitadamente caluroso fin del invierno en tus calles, querida ciudad, hierven y se multiplican incontables análisis, recuentos y agitadas críticas sobre el desempeño del gobierno federal en éste, su primer trimestre. Buscando la banca libre y cobijada por la sombra, voy a intentar salirme de foco un poco, dejando de ver el templete presidencial y preguntándome ¿dónde están todos los demás?
Por el resto no me refiero a los medios ni a las plumas que, a mi entender, no han dejado de ser igual de críticos que antes, y en su mayoría escriben desde la poca complacencia y el escepticismo, justo desde donde pienso que deben hacerlo. Tampoco creo que brillen por su ausencia las organizaciones civiles ni los colectivos. Ahí -¿aquí, mejor dicho?- están, alzando la voz en el aire y en las redes, manifestando su inconformidad como lo harían con cualquiera que se plantee maltratar alguna dimensión de los derechos ganados o anular el esfuerzo de los que están todavía penosamente atorados en el camino a su respeto absoluto.
También estamos nosotros, los espectadores de a pie, los que nos seguimos peleando por hacer sentir culpables a nuestros amigos por haber votado y vivir el presente que acontece. Los que defienden a capa y espada cómo hubiera sido mucho peor cualquier otra alternativa. Pero ¿qué necesidad?, como diría Juan Gabriel si volviera a la vida, de repasar estas discusiones de redes sociales.
Faltan, creo, varias piezas del ajedrez político mexicano, y no se ven por ningún lado, como si el rey se las hubiera comido apenas empezada la partida. La oposición. Vaya, yo entiendo que todos somos actores estratégicos y que hay jugadas que se preparan con mucha antelación para evitar ser descubiertas. Sin embargo, parece que no sólo están inmóviles, sino que ni siquiera están en el tablero. En el sentido más básico de la palabra oponerse: no se les ve enfrente. Criticando, utilizando su poder de veto, poniendo otros temas en la agenda.
Parecen resignados a que el orden de las cosas se alteró para siempre y que más vale aliarse con el alfil que los podría tener en la mira que enarbolar una defensa digna. Y si permanecen así de quietos, muy probablemente el orden de las cosas permanezca así, fortaleciendo a un rey que se pasea tranquilo por los mosaicos blancos y negros. El poder transforma a la gente, nos recordó Mauricio Merino hace unos días. Uno no tiene que leer la trilogía de El Señor de los anillos para darle la razón. Esta nota no es una defensa de las decisiones del ejecutivo en el primer trimestre de la partida. Y se puede hablar largo y tendido de la investigación sobre lavado de dinero de, curiosamente, ciertos casos, o de la explicación de cuándo hay o no hay conflicto de interés mientras se elige a una nueva Ministra de la Corte de Justicia. Pero, concédeme esta vez salirme de tema, querida ciudad. Sigamos hablando de los otros.
Lo que debería si no sorprender, al menos molestar, es que quienes contendieron y no ganaron, partidos y candidatos, simplemente no tienen el mismo apetito que tenían de cambiar a México como lo aseguraban en sus discursos y canciones de campaña. Parece que su promesa de luchar por un país más justo y pacífico sólo era válida si eran ellos quienes ganaban. Y todavía se atreven a pedirle al ganador que no destruya las instituciones, cuando son lamentables representantes de otras instituciones que deberían ser honorables porque son las que, hasta hoy, buscan representarnos políticamente.
Yo sé. Esperar que se convirtieran en una oposición inteligente y, todavía más, necesaria, es mucho pedir. Pero admitirlo sin decir nada es resignarnos a que lo que hacen está bien, a que merecemos que se reparta dinero público a instituciones y actores quietos, que no representan ni a quienes celebran las decisiones del presidente ni a quienes las reprueban por completo. Más que asegurar que un presidente no representa a toda la población -así pasa, ¿qué te digo? La democracia es lo mejor que se nos ocurrió- debería pensarse dónde están los otros, quienes tendrían que representar a los ciudadanos que sí están siendo oposición, que no saben estar quietos cuando la partida va pintando tan mal que ni Kaspárov la revertiría.