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Así como Germán Martínez Cázares se cansó de jugar el rol de florero en el gobierno de López Obrador, Carlos Urzúa siguió sus pasos. De hecho se tardó. A poco de haber anunciado López Obrador que el aeropuerto de Texcoco sería cancelado, tras una consulta manipulada, escribí en estas páginas: “Se sabía que Alfonso Romo y Carlos Urzúa estaban a favor del aeropuerto de Texcoco justo para evitar consecuencias financieras y de credibilidad negativas… Ahora Romo ha quedado desacreditado, pues como interlocutor del empresariado su palabra ya no valdrá nada. Y Urzúa debe estar consciente de que sus consejos (seguramente sensatos y racionales) no necesariamente serán tomados en cuenta por su jefe” (http://eluni.mx/jqyamcgz).
Y en efecto, la interlocución de Romo frente a los empresarios es ya simbólica, y si no ha querido renunciar a su cargo probablemente es porque está viendo por sus intereses. Respecto a Urzúa, varios de sus amigos y colegas, sabiéndolo sensato, suponían que no soportaría mucho tiempo jugar el papel de florero, avalando ocurrencias y desatinos. Urzúa, como muchos otros, no coincidió con los medios aplicados por AMLO en muchos temas, como los elefantes blancos y la cancelación de los gasoductos. Pero cuando se vive en una realidad alterna, las cosas no suelen salir bien. Urzúa no participa de esa realidad alterna, pues no bastan los deseos —dice— ni el voluntarismo, sino debe haber fundamento en la realidad. Y en efecto, AMLO no parece tener clara la relación causa-efecto de sus decisiones.
Y es que se resiste a oír a los expertos —incluso los de su gobierno— que contravengan sus percepciones, sus datos o sus decisiones. Urzúa junto con otros personajes moderados, como Gerardo Esquivel y el propio Alfonso Romo, sirvieron en la campaña para dar tranquilidad a empresarios y otros sectores que votaron por AMLO, confiados en que ellos guiarían la política económica. Otros ciudadanos que no votamos por AMLO pensábamos justo que esas personas, sensatas y moderadas sin duda, no serían tomadas en cuenta por el presidente. Los moderados (de corte socialdemócrata) van perdiendo terreno a favor de los más duros, provenientes del priísmo añejo o los seguidores del Foro de Sao Paulo. Y es que AMLO pertenece a esa ala dura (no a la socialdemócrata, como lo creyó Urzúa según confiesa a Proceso).
Flotan pues varias preguntas en el aire. Si Urzúa era neoliberal (e infiltrado de la mafia) ¿no se percató de ello AMLO en tantos años? Y en tal caso, ¿no es también neoliberal Arturo Herrera? De ser así, ¿podrá AMLO convencerlo de su catecismo con sus irrefutables argumentos? Y si no, ¿Herrera podrá convencer al presidente de cambiar el rumbo —lo que parece una misión imposible? ¿O bien aceptará el papel de florero disciplinado, sin renunciar? ¿Cómo leerán los mercados, inversionistas y calificadoras que el encargado formal de la política económica y hacendaria del gobierno diga que no, que las cosas no van requetebién? ¿Le creerán más a Urzúa o al presidente ante ese diferendo de visiones? Los informes preliminares de distintos bancos y oficinas especializadas reflejan que le creen más a Urzúa. Por algo será.
Y sobre el conflicto de interés de Romo, habría que investigarlo a fondo. Romo mismo aseguraba que no aceptaría un cargo en el gobierno justo para no incurrir en conflictos de interés. Pero hay cierta tendencia de este gobierno a evadir las indagaciones sobre los suyos. López Obrador incluso aclaró que no habrá investigación, pues él tiene otros datos al respecto. Los odiados organismos cívicos y la prensa fifí suelen llenar ese vacío, como ocurrió en el caso de Carlos Lomelí.
Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1