Flotaba la pregunta sobre quién de los miembros del gabinete presentaría primero su renuncia, y cuánto tiempo tardaría en ocurrir. Eso, bajo la premisa de que muchos de ellos (si no es que la mayoría) están relegados en los hechos, no se les consulta en varios temas que les compete, y no se les toma en cuenta en las sugerencias o reparos que puedan tener respecto de las decisiones presidenciales. En palabras más simples, figuran como floreros más que como secretarios o directores de una institución.
La renuncia de Germán Martínez Cázares no se debió a razones personales o de salud. Bueno, sí fueron razones de salud, pero no la del director, sino de los usuarios del IMSS (y otros institutos de salud). También hubo razones personales; no quiere ser parte de una catástrofe que vislumbra. La salud pública está en entredicho y ha sido afectada. Salud escandinava, ofrece AMLO, pero adoptamos esquemas de Cuba y Venezuela (al decir de Julio Frenk). La renuncia de Martínez confirma lo dicho por múltiples expertos; los recortes en aras de la austeridad tendrían que hacerse con cuidado, no precipitadamente, para no generar despidos injustificados de personal calificado y sólo en aquellos rubros realmente prescindibles. Es decir, con pinzas y no con sierra eléctrica (para cambiar la figura).
En tal caso, el saldo sería negativo para la administración federal, pues la ganancia en ahorros sería menor que los costos en servicio y eficacia en las tareas de cada dependencia. Y desde luego, los más dañados serían, además de los empleados despedidos, los ciudadanos en general al grito de “primero (se joden) los pobres”. Es decir, dicho recorte con sierra sería altamente irracional respecto de las metas que en general se buscan. AMLO lo niega un día (“son inventos del hampa”), y al siguiente reconoce el desabasto pero, como siempre, responsabiliza al PRIAN de ello. Desde luego la herencia no es buena, pero se trataba de mejorar la situación, no de empeorarla.
¿Y ese dinero para qué? Para tres proyectos esenciales de este gobierno; 1) Programas sociales que si bien pueden justificarse en términos de oportunidades y servicios a grupos necesitados, no lo son si el daño estructural resulta mayor. Pero hay también un eventual uso político de dichos programas. Garantizar la continuidad de Morena en el poder es una condición para dar arraigo a la mal llamada “Cuarta Transformación”. A un criterio de racionalidad administrativa se le antepone otro político-electoral, pero justificado en términos morales (“La austeridad no responde a un criterio administrativo —ha dicho AMLO— sino de principios”).
2) El otro proyecto vital son las grandes obras de infraestructura: Santa Lucía para compensar parcialmente lo que se perdió con Texcoco, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, entre las más importantes. Todos los estudios al respecto hablan de su inviabilidad, de su baja rentabilidad, de la destrucción ambiental que podrían provocar. En otras palabras, serán elefantes blancos. 3) Ah, y también dinero para hobbies personales, como el beisbol.
Igualmente menciona Martínez la centralización administrativa en Hacienda. Algo que también los expertos habían anticipado. Dicha concentración de ventas, permisos y trámites generaría un gran cuello de botella que provocaría desorden, retrasos y eventualmente desabasto de algunos servicios y bienes básicos.
El objetivo es terminar con la corrupción. Buen propósito, pero de no hacerse racionalmente se tirará al niño con todo y agua sucia. AMLO desprecia la opinión de los expertos: son conservadores y responden a intereses oscuros. Y si son de su propio gobierno, los ignora y listo. Son floreros a los que no vale la pena escuchar aunque tengan mucho qué decir y sugerir. Deben ser buenos floreros, aguantar sin chistar, no renunciar a la primera de cambios, hundirse con el barco si es necesario, seguir el virreinal precepto de “callar y obedecer”. Floreros bien portados, pues. El aviso de Germán podría servir para corregir. Dejó de ser florero.
Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1