Los partidos, en su retórica, otorgan gran importancia a la ideología y plataforma programática que los distingue de otras opciones. Pero son los propios dirigentes de los partidos quienes menos toman en cuenta su propia ideología, más allá del discurso. Cuando se les cierran oportunidades de ascenso político en su partido, sin ningún pudor se van a otro, así enarbole la ideología opuesta a la que decían profesar. Y los propios partidos hacen lo mismo al aceptar políticos o personajes que eran enemigos ideológicos, si les puede aportar algo política, económica o electoralmente. El pragmatismo, ante todo. Con las coaliciones puede ocurrir lo mismo. En otras democracias hay circunstancias que llevan a partidos de signo contrario a coaligarse entre sí, sea para formar gobierno (cuando no hay otras posibilidades) o simplemente derrotar a un enemigo común. Aquí vemos a partidos como el PT, Panal, PVEM, MC y PES que van y vienen en alianzas con los partidos grandes sin importar la ideología que enarbolen. A veces en la misma elección van con un partido grande, y en otro estado con el rival de aquél. No hay problema. Ahora hay una alianza “contra natura” en el Frente Amplio (o como quiera que se llame ahora), por primera vez para buscar la Presidencia (lo habían hecho a nivel de gubernatura desde 1991, sin demasiados aspavientos). Eso ha provocado la crítica de sus rivales que se asumen ideológicamente puros y congruentes (siendo que el PRI, por ejemplo, abriga en su mismo seno a grupos neoliberales y otros aún nacionalista-revolucionarios). Las críticas provienen también de Morena, el único partido ideológicamente congruente y moralmente puro. De “Promiscuidad política” acusa López Obrador a los socios del Frente.
Pero he aquí que Morena irá en coalición con el Partido Encuentro Social (PES), el mismo que contribuyó al triunfo de Alfredo del Mazo en el Estado de México. Es decir, es (era) uno de los múltiples lacayos de la mafia. Al PRD, por menos de eso, se le cerró la puerta. El PES es también un partido confesional de corte evangelista. Se ha sumado con el PAN y las iglesias en sus luchas contra las libertades de conciencia, la diversidad sexual y el derecho a una muerte digna, banderas de la izquierda democrática. Para justificar tal contradicción, a Yeidckol Polevnsky no se le ocurrió más que decir: “Los partidos progresistas somos incluyentes y tolerantes”; sí, tan progresistas que se asocian con los retrógradas, tan incluyentes que van juntos con los excluyentes, tan tolerantes que se unen a los intolerantes. Interesante lógica. Había dicho AMLO: “El fin no justifica los medios”… hasta que los justifica, podría hoy agregarse. En realidad hay varias similitudes entre PES y Morena, pues ahí tampoco dan mayor importancia a las libertades de conciencia. Hay también con el PES (que propone el fin de la educación laica), afinidad en el uso político del lenguaje y símbolos bíblicos.
Por otro lado, el PES se dice socialmente comprometido pero liberal en lo económico, justo lo que AMLO considera como la fuente de todos los males en México (incluida la violencia del narcotráfico). Sobre la izquierda, dice el PES en su Declaración de Principios: “… sus anticuadas y fallidas ideas para generar crecimiento y desarrollo económico son verdaderamente irrealizables… incluso, no solo denotan resentimiento social sino que lo promueven… La izquierda hoy polariza, divide, confronta”. ¿Podría esto aplicarse a Morena? Desde luego. Pero el propio PES incorpora en su interior el agua y el aceite, y explica: “(Nuestro) emblema simboliza a dos ciudadanos representados por los colores rojo (izquierda) y azul (derecha). En la parte central aparece un tercer ciudadano que busca un concilio entre ambas opiniones, representado por el color morado (mezcla del rojo y el azul)”. Vaya. La alianza Morena-PT-PES será pues una auténtica licuadora política (para no usar el término “promiscuidad” que aplica AMLO al Frente).
Analista Político. @JACrespo1