López Obrador suele responsabilizar al modelo neoliberal de la actual violencia e inseguridad, con sus miles de muertes y desapariciones. Cierto que el problema del crimen organizado derivado del narcotráfico se salió de cauce en los últimos años, pero ello responde a múltiples variables como el relajamiento de los controles federales sobre los políticos locales, el sellamiento de Florida durante el gobierno de Bill Clinton (como él mismo lo reconoció), los cambios en los mercados norteamericano y mexicano de drogas, o incluso las medidas poco planeadas y precipitadas de Felipe Calderón a un mes de llegar al gobierno. No es pues el neoliberalismo en sí, que si bien tuvo grandes deficiencias, insuficiencias y abusos, no es responsable — o el único responsable — de todos los males nacionales.

Aseguraba AMLO: “Por culpa de la actual política económica, es decir, por el abandono de las actividades productivas y del campo, la falta de empleos y la desatención a los jóvenes, se desataron la inseguridad y la violencia que han causado miles de muertes”. (2018; La salida. 2016). Sin duda que la pobreza y falta de oportunidades son una variable que incide en la delincuencia, organizada o no, pero no es la única ni seguramente la más determinante.

Dadas nuestras circunstancias geopolíticas, la narcoviolencia habría surgido bajo cualquier modelo económico que estuviere vigente, generando los mismos desafíos que se han visto en los últimos años. En todo caso cabría preguntar, si la crisis de inseguridad es consecuencia del neoliberalismo, ¿por qué estalló hasta muchos años después de inaugurado en nuestro país? ¿Por qué durante los gobiernos de De la Madrid, Salinas, Zedillo e incluso la primera parte de Fox, la tasa de homicidios venía a la baja? ¿No son entonces otras variables las que mejor pueden explicar la crisis de inseguridad y el aumento de la violencia, y no la política económica neoliberal?

Los datos disponibles (aunque quizá no los de AMLO) apuntan a que “en 2007 no existía una crisis de seguridad que justificara el despliegue simultáneo con las fuerzas armadas” (Seguridad interior, elementos para el debate. Instituto Belisario Domínguez, Senado de la República, 2017). El problema de un diagnóstico tan simple es que el remedio seguramente pecará también de simplismo. De acuerdo con este modelo los jóvenes se alejarán en automático de los cárteles del crimen, quedando éstos en total abandono por falta de mano de obra, sicarios y operadores (mismos que no se podrán hallar ya en el mercado laboral pese a los generosos ingresos ofrecidos por la redituable industria criminal).

Y es que, sostiene AMLO, “Un distintivo del periodo neoliberal o neoporfirista ha sido, precisamente, la marginación y el ninguneo de la juventud. Por la falta de oportunidades para las nuevas generaciones se han producido frustración, odios y resentimientos que atizan la violencia que padecemos” (2018; la salida). Pero la relación causal entre tales becas y la reducción de narcoviolencia está por verse. Desde luego, no se puede responsabilizar a AMLO sobre la violencia en estos primeros meses, ni determinar el éxito o fracaso a partir de ello.

Pero el propio AMLO aplicó con otros gobiernos (de la mafia) ese mismo criterio; responsabilizó a Peña Nieto y a Miguel Ángel Yunes de la violencia en sus primeros meses de gobierno. Ahora rechaza que ese mismo criterio se aplique a su gobierno. Hay en esto, una vez más, un doble rasero para evaluar a los gobiernos neoliberales de manera distinta al suyo propio o los de Morena. En todo caso, a partir de la idea simplista de que la narcoviolencia es producto del neoliberalismo, al decretar el fin de este modelo supondría que iniciará su vertiginosa caída. Pero la realidad, desafortunadamente, es mucho más compleja que eso. No reconocer dicha complejidad es casi una garantía de fracaso. Ahí está el intento veracruzano de reducir la violencia regalando 500 vacas. Ojalá esa medida resulte eficaz.

Profesor afiliado del CIDE.
@ JACrespo1

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