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La consolidación de la no reelección en México, tras la muerte de Álvaro Obregón (que rompió la no reelección como en su momento lo hizo Porfirio Díaz), permitió una sana circulación de las élites aún dentro del mismo partido hegemónico, lo que a su vez contribuyó a dar una estabilidad política que pocos países latinoamericanos lograron en el siglo XX. Por eso es que hay temor —no sin fundamento— de que la reelección, así sea por sólo un mandato más, pueda abrir la puerta al reeleccionismo indefinido, como ha sucedido en varios países latinoamericanos. Y es que las distorsiones democráticas que frecuentemente encontramos en nuestra región ha provocado que la reelección pueda derivar en algún tipo de dictadura. De ahí el recelo en México a explorar nuevamente el reeleccionismo presidencial. La fuerza de la no reelección aquí fue tal que muchos poderosos presidentes pensaron en quitarla y permanecer otro sexenio más, pero no pudieron. Se sabe que Miguel Alemán, Luis Echeverría y Salinas de Gortari al menos, lo contemplaron seriamente. Paradójico es que no lo hayan intentado pese a tener mayorías aplastantes. Es que había un consenso en la ciudadanía de no tocar esa regla, para no incurrir en una dictadura personal y eventualmente en inestabilidad.
En los sistemas parlamentarios no hay un mandato fijo para el jefe de gobierno, sino que su desempeño determina cuándo se va o se queda. Puede ser removido muy pronto (mediante voto de censura), o quedarse por varios años (incluso hay quienes han permanecido quince o más). El sistema presidencial es más rígido. La revocación de mandato también puede ser un instrumento para la remoción del poder de un presidente ineficiente sin esperar a que termine su mandato. Pero dependiendo de las condiciones en que se aplique, puede ser benéfico o perjudicial para la democracia. De ahí la importancia de discutir no sólo la figura en sí, sino las condiciones en que se aplicaría. En México, el mandato de seis años es muy largo, pero uno de cuatro sin reelección resulta muy corto. En principio, estaría yo de acuerdo con un mandato de cuatro años con posibilidad de una sola reelección, y que aplicara a partir del próximo gobierno.
Resurge el tema porque muchos temen que la revocación de mandato en 2021 sirva de puente para la reelección de Amlo en 2024. Algunos aseguran que lo hará sin duda alguna, en tanto que otros están convencidos de que no ocurrirá. Yo no afirmo que lo hará, pero no aseguro que no lo intente. Y es que por un lado AMLO tiene la inquietud de garantizar que su proyecto pos-neoliberal (cualquier cosa que eso signifique) se arraigue, de modo que no pueda ser echado atrás por minorías rapaces, enemigos del pueblo o traidores a la Patria. Pero tampoco descarto que pudiera buscar su reelección. Su compromiso en sentido contrario para mí no es garantía; los políticos prometen e incumplen según les convenga. Maquiavelo aconsejaba prometer cuando hiciera falta, e incumplir si así convenía. Y AMLO ha demostrado ser un hábil seguidor del florentino. En el escrito donde se comprometió a no buscar su reelección, introduce una especie de ‘cláusula de excepción’: “Ciertamente, fui elegido para ejercer la Presidencia durante un sexenio, pero según nuestra Carta Magna el pueblo tiene en todo momento el derecho de cambiar la forma de su gobierno”. A buen entendedor… ¿Bajo qué condiciones intentaría AMLO reelegirse? A) Si su ánimo y salud se lo permitieran; B) Que tuviera mayorías calificadas en el Congreso; C) Que considere que la 4ª Transformación aún no ha arraigado, y requiere aún de su conducción; D) Que contara aún con un gran apoyo popular y la mayoría ciudadana aceptara la reelección (como no ocurrió con otros presidentes). Una encuesta de GEA-ISA registró que una mitad de respondientes efectivos estarían a favor de la reelección, y también la mitad votaría de nuevo por AMLO (Diciembre/2018). Sólo bajo esas condiciones, que no son fáciles de congregar, buscaría su reelección.
Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1 crespo5501@hotmail.com