En homenaje a don Alfonso García Robles,
artífice de la construcción
diplomática entre México y China

México y China formalizaron sus relaciones diplomáticas mediante un comunicado conjunto firmado en Nueva York por el embajador de México don Alfonso García Robles y el embajador de China Huang Hua, el 14 de febrero de 1972. Decisión valiente que recogió los sentimientos y el orgullo de la nación, basado en principios y normas de cooperación cargada de futuro. Determinación que no estuvo exenta de amenazas y presiones en aquel mundo dividido en dos areás de influencia. Esta conducta agigantó el prestigio y la dignidad mexicana, enarbolando una política exterior inspirada en la Revolución Mexicana, de la cual ya casi nadie se acuerda. El respeto al derecho ajeno, no intervención de los pueblos.

El antecedente del establecimiento de nuestras relaciones diplomáticas con China fue la histórica Asamblea General de la ONU aquel 5 de octubre de 1971. El organismo internacional recibió un proyecto de resolución patrocinado por 23 estados, entre ellos Albania. Pedían la inclusión de China en la organización internacional, y restituir a ese país sus derechos legítimos y legales como único representante ante ese alto organismo.

El voto de México fue categórico: “La soberanía es única e indivisible. No hay dos Chinas. Hay solo una, México vota por que la ONU reconozca el derecho de la República Popular China para que ocupe el sitio que le corresponde en el organismo, así como ser miembro permanente del Consejo de Seguridad”.

El mundo atravesaba en aquellas fechas una severa crisis que ponía en peligro la paz y la seguridad internacional, propiciada por la Guerra Fría, como acontece actualmente. Los países miembros debían cruzar el Rubicón con cautela, escogiendo entre la confrontación o la subordinación. El presidente Luis Echeverría conociendo la situación internacional imperante tomó la decisión de participar personalmente en la XXVI Asamblea General afirmando que: “Con la convicción de que para realizar una base trascendental al principio de universalidad, sería un acto de justicia, dar la bienvenida durante este periodo de sesiones a los representantes de la nación que albergaba a la cuarta parte de la población mundial (China contaba en aquel entonces con más de 700 millones de habitantes y Taiwán 18 millones)”.

Quienes tuvimos el alto honor de asistir a esa histórica Asamblea fuimos testigos del aplauso atronador por el voto de dignidad mexicana. Sabíamos que aquella decisión ante el más alto foro internacional desafiaba y desobedecía instrucciones precisas de que China no ingresara a las Naciones Unidas.

Las semillas del ayer engendran las flores del mañana. Los frutos están a la vista. La certera visión de México ante el mundo se inspiró en la grandeza de un México orgulloso de su pasado. Revindicó los derechos legítimos de China consolidando una amistad fraterna que perdura. No acabará en tanto duren el mundo y la gloria mexicana.

La acertada relación diplomática con China se ha traducido en una creciente y promisoria alternativa para nuestro crecimiento económico, comercial, tecnológico y financiero, inspirado en un diálogo fraterno con países que se encontraban marginados y aislados. En este mundo cambiante, se erigen hoy como ejemplo digno de cooperación y amistad creciente, como socios estratégicos del siglo XXI.

Recordemos el enorme ejemplo mexicano en defensa de la soberanía de China en 1937 cuando fue invadida por tropas japonesas. El presidente Lázaro Cárdenas instruyo entonces al delegado de México ante la Sociedad de Naciones, don Isidro Fabela, para que protestara por la defensa de este país. Este faro de luz de nuestra diplomacia levantó la voz protestando por aquel injusto atropello, conducta que no olvida jamás ese país amigo de México.


Centro de Estudios Económicos y Sociales
del Tercer Mundo AC

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