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La fortaleza de Acción Nacional siempre giró en torno a que fuimos el único partido que practicaba la democracia interna , en contraposición a lo que nuestro adversario histórico realizaba, nuestros dirigentes y candidatos siempre surgían de una votación entre militantes, y no con el famoso “dedazo” que llevaba a cabo el PRI gobierno.
Esta democracia interna y ser una oposición radical a las malas políticas del gobierno nos diferenciaba frente a los electores
y nos convertía en una opción distinta, pero con la llegada al gobierno muchos liderazgos vieron que los procesos de selección de candidatos se hacían mediante voto directo del militante, y por lo tanto se dedicaron al control del padrón vía afiliaciones masivas y selectivas, dando facilidades a unos y bloqueando a otros.
La democracia interna se pervirtió y para evitar la llegada de candidatos cuyo único merito era haber realizado esta práctica de afiliación masiva, se recurrió a la designación directa, al principio el método fue exitoso, sin embargo el uso y abuso de esta práctica nos llevó a que la militancia no se identificara plenamente con los candidatos y se realizaran huelgas de brazos caídos y en el peor de los casos apoyaran a otros candidatos distintos al PAN, pero lo más grave es que el ciudadano nos comenzó a ver como un símil de otros partidos, ya no distinguían entre el dedazo de Peña, las tómbolas y encuestas de AMLO y la decisión de los órganos internos del partido sin la participación de los militantes.
Lo más grave, además de la comparación de que nos igualábamos al PRI y nacía el PRIAN , nuestros líderes en los municipios, las colonias y estados, se dieron cuenta que su participación política les rendía mas frutos en la cúpula donde se designaban candidatos, a que en la calle donde se trabaja con ciudadanos y esto alejó a nuestro partido de las causas más sensibles de la sociedad, pero sobre todo de quienes menos tienen y de esta forma dejamos de representar la opción del cambio para los mexicanos a quienes ya no importó ni la propuesta, ni el perfil, ni los buenos gobiernos que realizamos como Acción Nacional , lo único que los movió fue salir a votar en contra de quienes ellos consideraron responsables de todos los males del país, como los gasolinazos, las altas tarifas eléctricas, corrupción, impunidad, inseguridad, y pobreza, con o sin razón lo hicieron, y hoy el país debate si fue la decisión correcta o nos enfilamos a un gobierno autocrático, autoritario y represor.
Nos alejamos de la sociedad, pero no lo reconocemos, seguimos buscando a los responsables de esta debacle, nos enfocamos máas en repartir culpas y a exculparnos y no a reconocer que la derrota no fue producto de una sola persona o de un grupo sino de todos por acción o por omisión.
El PAN no nació ayer ni tampoco se extinguirá mañana, pero si queremos seguir siendo opción para los mexicanos necesitamos retomar la intención que plasmó don Manuel Gómez Morín, al fundar Acción Nacional, cuando decía “Acción Nacional no será un partido de elecciones, sino una organización permanente, con un cuerpo de doctrina, con una filosofía política y social que defenderá siempre, intervendrá en elecciones, analizará las medidas administrativas, estudiará las iniciativas de legislación, vigilará la acción internacional, para juzgar en cada caso de acuerdo con su doctrina y con las exigencias del bien común”.
Retomando las palabras de nuestro fundador, Acción Nacional debe asumir una posición respecto a cada una de las políticas públicas y ocurrencias de quien ganó la elección. Debemos de asumir nuestra propia agenda legislativa, gobernar nuestros estados y municipios con la filosofía y doctrina de Acción Nacional, pero sobre todo debemos regresar a ese campo común de acción que señalaban nuestros fundadores y darnos la mano sin reserva, reencontrar la democracia interna, entregar el poder al militante, respetar las reglas que nos hemos dado y volver a ser esa oposición firme y decidida que nos motivó a muchos a llegar al PAN cuando los triunfos se veían imposibles, cuando la participación era testimonial, cuando la victoria era una quimera, esa oposición que mueve el poder del alma independientemente del resultado, debemos de reencontrarnos en la autocrítica firme y decidida sin autocompasión, pero sin autoflagelación tampoco.
Tenemos el reto de construir un partido en el que quepamos todos, militantes y gobernantes, simpatizantes y dirigentes, pero sobre todo ciudadanos que nos ven como la única opción de equilibrio frente a la visión mesiánica que encabezará el próximo gobierno.