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Millones de personas en el mundo están emigrando, esto es, dejan voluntariamente los lugares de origen donde residen para ir a vivir a otra localidad o país. La migración interna se da cuando las personas se mudan dentro de un país, pero cambian de jurisdicción, lo que significa que se llegan a acomodar en otro municipio u otra entidad federativa. Cuando se pasa a residir a otro país se le conoce como migración internacional.
En México la migración interna a gran escala ha sido la constante desde los años cuarenta a la fecha. La industrialización de México provocó una fuerte emigración del campo a las ciudades de México, Guadalajara y Monterrey, la atracción era, como lo sigue siendo hoy, conseguir un empleo y mejorar así sus condiciones de vida. Actualmente, los municipios conurbados a la Ciudad de México y los de las ciudades fronterizas son los que más sobresalen como receptores de migración interna. Otro ejemplo de migración interna la representan los “jornaleros”, donde familias enteras se mudan del sur del país a Jalisco, Sinaloa, Sonora y las Baja Californias, para regresar después de las cosechas a su tierra original. Aunque cada vez más estos trabajadores dejan de regresar.
El número de emigrantes internacionales ha ido en aumento, aunque creciendo a tasas descendentes. El Banco Mundial estima que en 2018 hubo 240 millones de migrantes económicos, de los cuales más de 164 millones fueron trabajadores migrantes, que incluyen a 68 millones de mujeres. Estas cifras no incluyen la migración de personas indocumentadas, como tampoco a los refugiados o asilados.
Entre las causas que han impulsado la emigración internacional se encuentra lo ya sabido: la búsqueda de mejores oportunidades de ingreso y empleo; escapar de la desigualdad económica y social; altas tasas de crecimiento demográfico y la afectación por sequías prolongadas. Es común observar que las personas al buscar elevar sus niveles de vida y los de sus familiares escojan como destino lugares donde puedan ofrecerles mejores oportunidades de vida a sus dependientes, como acceso a eduación de mayor calidad y servicios de salud, que no llega a ofrecerse por causa de gobiernos corruptos.
Aunque históricamente la inmigración ha generado beneficios importantes en los países que la recibe, los trabajadores extranjeros no siempre acaban siendo bienvenidos. Tan sólo recordemos que la salida de el Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) tuvo como una motivación importante la percepción negativa del incremento en el número de los inmigrantes. Y en Estados Unidos los trabajadores extranjeros son parte importante para el funcionamiento de su economía, aunque también han sido discriminados y maltratados.
El gran problema ha sido la falta de atención y, por lo tanto, la necesidad de crear los mecanismos internacionales para procurar y promover la inmigración ordenada y digna para las personas. El envejecimiento de las economías más avanzadas, como las de la gran mayoría de los países de la Unión Europea y Japón, tiene en la recepción de trabajadores jóvenes la oportunidad de darle sostenibilidad fiscal a sus economías. De igual forma, así como sin la migración sería imposible pensar la capacidad exportadora de frutas y hortalizas que tiene México, también así es difícil de explicar el desarrollo económico de los estados del sur de la Unión Americana, Sillicon Valley o Chicago. La historia de las naciones prósperas generadoras de gran riqueza tiene un componente importante en la inmigración. No obstante su importante contribución, hoy en día los odios inculcados en las competencias electorales por alcanzar el poder evitan su reconocimiento. El tamaño del desafío para los organismos internacionales y las relaciones bilaterales llama a la cooperación, sin ella no habrá solución.
Economista. @jchavezpresa