En México el precio del petróleo ha tenido, tiene y tendrá fuertes repercusiones en la economía y en el bolsillo de las familias. En el auge petrolero, a mediados de los setenta, el precio era importante por los descubrimientos de hidrocarburos en la sonda de Campeche, en momentos de gran escasez mundial.

El aumento de la producción con precios al alza fue de tal magnitud, que la economía mexicana se “petrolizó”. La producción del petróleo era importante para el PIB, la balanza comercial y los ingresos gubernamentales. El precio y el volumen de la extracción de petróleo fueron la gran palanca para endeudar al país y dar pie a la soberbia gubernamental: eran “tiempos para administrar la abundancia”.

Luego vino la caída del petróleo, el país estaba sobre-endeudado, y entramos en una profunda crisis económica que llevó a reinventar al Estado. Fue necesaria la desincorporación de cientos de empresas paraestatales para conformar un Estado promotor del desarrollo en economía abierta. En los ochenta inició la despetrolización. Se empieza a observar un fuerte incremento en la exportación de bienes.

En los noventa, con la entrada del TLCAN, la economía mexicana logró despetrolizar su comercio exterior, pero no lograba quitarse la dependencia de los ingresos petrolerlos para apuntalar las finanzas públicas. Fue hasta 1998 que éstas se despretrolizaron por la fuerte caída en los precios petroleros. ¡Cómo olvidar cuando en 1998 el precio por barril de la Mezcla Mexicana del Petróleo llegó a caer por debajo de los ocho dólares! Se recurrió al “gasolinazo”. El aumento del Impuesto Especial a la Producción y Servicios (IEPS) se elevó para compensar la caída en los derechos sobre hidrocarburos. Medida muy dura para el bolsillo de los hogares, pero no había alternativa cuando la Cámara de Diputados, dominada por la oposición, no quería hablar de reforma fiscal. La herida del aumento del IVA del 10 al 15% en 1995 estaba muy fresca.

A partir de fines de los noventa, y con los “pidiregas”, Pemex pudo incrementar la producción petrolera, a partir de Cantarell y Ku-Maloob- Zaap, y con ello dar alivio a las finanzas públicas. Sin embargo, fue al presidente Calderón a quien le tocaron los precios de petróleo más altos de la historia mexicana. Con ello, no sólo tuvo para compensar la caída de la producción, la cual registró su máximo con Fox en octubre de 2004, sino que le dio el espacio al presidente Calderón para desplegar el programa de subsidios más elevado desde la administración López Portillo. Se ampliaron y crearon todos los programas de “desarrollo social” que le permitían “rebasar a la izquierda por la izquierda” y subsidiar como nunca la adquisición de gasolina y otros combustibles. Lo pudo hacer también porque el país tenía una capacidad de refinación para importar un complemento al consumo interno.

Ahora la situación ha cambiado. Al Pemex del presidente Peña Nieto no sólo se le desplomó aún más la producción de petróleo, sino que llevó a los suelos a la refinación, a tal grado que hoy se importan aproximadamente 74% del volumen del consumo interno. En términos de comercio exterior, desde fines de 2014 la balanza comercial de hidrocarburos es deficitaria. Esto significa que el valor de los petrolíferos que importamos, entre ellos gasolinas y gas natural, supera al valor de la exportación de petróleo crudo. También el precio del petróleo hizo de las suyas. En valor, las exportaciones mensuales de petróleo pasaron en diciembre de 2012 de 3.5 md a 2.476 mmd en septiembre de 2018. Sin embargo, al incrementarse sustancialmente las importaciones de gasolinas y gas natural durante ese período, el déficit de la balanza comercial de hidrocarburos pasó de un superávit de 11.8 mmd para todo 2012 a un déficit de 16.3 mmd tan sólo en los primeros nueve meses de 2018.

Mientras que persista el déficit en esta balanza, ni los altos ni los bajos precios del petróleo favorecen a la economía mexicana. Por lo tanto, son cruciales las inversiones en exploración y producción de petróleo, así como la reconfiguración y mantenimiento en refinierías que, dada la deplorable situación de Pemex, sólo se podrán hacer con los recursos comprometidos en las rondas permitidas por la reforma energética. Quitarle autonomía a la Comisión Nacional de Hidrocarburos y a la Comisión Reguladora de Energía es darse de balazos en los pies, los brazos y parte de la cabeza.

Economista. @jchavezpresa

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