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El 29 de octubre de 2018 fue un lunes negro para el ahorro de los trabajadores y para quienes han depositado su confianza en la estabilidad financiera de México. La consulta sui generis y la decisión del presidente electo de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) aumentó la percepción de riesgo que se tiene para invertir en nuestro país. Esto ocasionó: alza en las tasas de interés por una mayor incertidumbre; depreciación del tipo de cambio; caída en el Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores, así como mayor cautela para animarse a invertir en actividades productivas. En breve, empobreció a los mexicanos que trabajan y ahorran.
El ahorro para las pensiones es muy sensible a sufrir minusvalías cuando suben las tasas de interés. En esta ocasión las tasas de interés aumentaron para compensar el mayor riesgo e incertidumbre de lo que puede ser la marca de la nueva administración: eventos inesperados ocasionados por sus principales actores.
La animadversión de AMLO por el NAIM no era nueva, estaba contenida explícitamente en el Proyecto alternativo de nación (páginas 251-255). No sorprendió la decisión de cancelar el NAIM. Llamó la atención que el presidente electo, aún sin tomar posesión del cargo, lo decidió con base en una consulta hechiza, con escasa representación y fuera del marco jurídico. En béisbol equivaldría a que el ampáyer no dé por buena la carrera por una revisión instantánea en la jugada enfocada en el home.
Proponer como alternativa, sin proyectos ejecutivos ni estudios de mecánica de suelos, a la base militar de Santa Lucía, más mantener el actual aeropuerto y el de Toluca, es temerario, pues no sólo habrá que indemnizar a contratistas, sino que deberá llevar a cabo las obras que desmantelen lo construido. Esto agrega una presión fiscal adicional, pues se acelera el vencimiento de los bonos en dólares emitidos por el NAIM (véanse los contratos), que no pueden pagarse con lo captado por la Fibra E. Además, al cancelarse la principal obra de infraestructura del país, se reduce el potencial de crecimiento económico.
El indiscutible triunfo electoral de AMLO del 1 de julio fue bien recibido. Así logró en la primera entrada del juego sexenal un hit: colocó bien a su mensaje conciliador y de disciplina fiscal; súmesele también el haber establecido una comunicación cordial con el presidente Trump. Esto daba una señal muy positiva para destrabar la negociación del TLCAN. El peso se apreció frente al dólar. La luna de miel estaba en pleno apogeo.
Los sectores privado y social prefieren invertir en donde no hay sorpresas. Por el contrario, prefieren arriesgar su capital y el ahorro de otros donde pueden anticipar lo que hará el gobierno sujeto a lo que establece el marco jurídico.
La inversión que más rápido responde a señales favorables o adversas es la de los mercados financieros. Estos mercados son sinónimo del ahorro de millones de trabajadores que contratan a especialistas en medir y anticipar el impacto de eventos, así como de buenas y malas decisiones de los gobiernos, choques externos provenientes del mundo petrolero, entre otros, para cuidar su ahorro, esto es, su patrimonio. Que quede claro, los mercados financieros no son la “mafia del poder”.
Es evidente que AMLO quiere mandar un mensaje político de poder, lo cual es legítimo. Sin embargo, lo hizo a costa de una pérdida importante del ahorro de los trabajadores y de empobrecer al país con la depreciación del peso. Pateó y lastimó el pesebre. Los mercados quieren ver a AMLO como el mánager que tiene pícher y catcher que ponchen a la corrupción, a los oligopolios y redimensionen proyectos en el fair play. Esto significa que lo haga basado en las instituciones. Así se gana la Serie Mundial.
Las Afores y el Infonavit administran ahorros de los trabajadores por más de 210 mil millones de dólares, esto supera a la suma de las fortunas de los más ricos de mundo (Jeff Bezos, Bill Gates, Warren Buffet y Carlos Slim).
Las minusvalías y caídas en los índices bursátiles y el tipo de cambio pueden ser aún más volátiles por la cantidad de activos financieros mexicanos en poder de extranjeros. El 32% del total de los valores gubernamentales en circulación, lo que equivale a 64.3% de las reservas internacionales, está en manos de ahorradores extranjeros que han confiado en México. Ante la adversidad y la falta de certeza, éstos se convierten en capitales golondrinos.
La diferencia entre ser presidente y jefe de gobierno del DF es que el primero sí afecta con sus decisiones a millones de personas, mexicanas y extranjeras, que confían en nuestro país. La deuda del DF tenía la garantía del gobierno federal. Y la deuda del gobierno federal tiene como respaldo la estabilidad. Todos queremos que AMLO sea el mejor presidente; esto se logra con certeza.
Economista. @jchavezpresa