Desde sus primeros discursos Donald Trump insistió en dos temas que fueron haciéndose permanentes. Uno era visceral (el muro divisorio), porque reflejaba su desprecio por el país de “violadores, ladrones, pandilleros y traficantes de drogas” al sur de la frontera.
El segundo tema era intelectual, bien pensado, y percibido por Trump y Steve Bannon, el ex super asesor, como la razón de ser de uno de los principales males que afectaban a la economía de EU: el robo de empleos, oportunidades y financiamiento, consecuencia de NAFTA (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o TLCAN).
Trump se apresuró a anunciar la terminación de NAFTA, y la prometía en todos los foros populares en cuantos participaba. Con eso pretendía repatriar empleos, recuperar la economía “extraviada” por Obama, y adquirir un aire de estadista sin involucrarse en temas que desconocía, como el cambio climático y la OTAN.
(Los empleos comenzaron a regresar, no tanto por una posible terminación de NAFTA, sino por la amenaza de un elevado arancel a los productos fabricados en el extranjero).
Como la terminación de NAFTA aspiraba a incrementar el empleo de la noche a la mañana, y al mismo tiempo recuperar una misteriosa “grandeza americana” que se perdió en los campos de batalla de la II Guerra Mundial, había qué ostentarse como “los mejores del mundo” en todos los órdenes: educación, tecnología, ejército, eficiencia, calidad industrial y hasta rendimiento deportivo. Los productos industriales llevarían en el futuro la leyenda “orgullosamente hecho en Estados Unidos”.
Era imprescindible deshacerse de tonterías huecas como el “mundo multipolar” de Bill Clinton, y más aún el planeta romántico de lo “políticamente correcto” descubierto por Obama. Trump parecía insinuar que así podría aspirar a recuperar la elusiva “grandeza americana”, que va de la mano de su otra consigna: “América Primero”.
Una Hillary derrotada viaja por EU promocionando la memoria de su fallida campaña electoral, explicando “qué pasó”, con el título de What happened. Justificándose de principio a fin empieza reconociendo que siempre había intentado ser extremadamente cuidadosa en sus declaraciones, “como si caminara en una cuerda floja sin red protectora”.
Le advierte al lector que a partir de ese momento “bajaría la guardia”. Y por poco pierde hasta el marido, que estuvo en desacuerdo total con el mensaje del libro y la búsqueda de culpables de la derrota. Cuando Hillary rechazó todos los hábiles comentarios editoriales de Bill, el ex presidente regresó molesto a su estudio y echó el manuscrito de Hillary en el cesto de papeles…
En ausencia del muro, el control de la frontera se está logrando gracias al estricto control militar impuesto por el general John Kelly para detener el contrabando de drogas y la migración ilegal…
Analista político