López Obrador no abandona el tema de la “amnistía”. Actúa como si su descabellada ocurrencia de “indultar criminales” (así, sin mayores condiciones ni detalles) fuese su programa de retiro además de tema central de la campaña.
(A cinco años de su agudo infarto coronario ha vuelto a subir de peso, ha perdido agilidad y no muestra la vitalidad de antes. En algunas entrevistas “banqueteras” da la impresión de que le cuesta trabajo hilar ideas. Luce fuera de lugar entre candidatos tan jóvenes. ¿Está en condiciones de gobernar?).
Ese es el modus operandi de López Obrador, actuar por su cuenta cuando estima que tiene la razón, y en ocasiones cuando no la tiene. Enganchó al Presidente con el tema de la amnistía e inició un diálogo en los medios. Pretendía convertirse en el candidato a vencer. ¿Meade?, ¿Anaya?, ¿quiénes son?
A la ocurrencia de la “amnistía” no deberíamos darle ninguna credibilidad. Tiene más agujeros que una coladera y no tiene futuro. Fue un truco mediático para colocarse en el centro del proceso electoral y ganar la Presidencia. No debería permitírsele que fije la agenda, ofenda al Ejército y desafíe al Presidente con temas “fabricados” en detrimento de los demás candidatos. ¿Por qué ninguno protesta? Sin oposición, el caudillo avanza viento en popa. Ahora alega que vivimos “una guerra no declarada y él va a pararla”. Su atrevimiento y arrogancia no tienen límites.
Cuando veo mujeres valiosas con futuro político, como Alejandra Barrales y Claudia Sheinbaum, en bandos diferentes por el protagonismo del caudillo, recuerdo la frase premonitoria de Graco Ramírez, gobernador de Morelos. Hace cinco años puso el dedo en la llaga advirtiendo que “López Obrador pasaría a la historia como el gran divisor de la izquierda”.
Hoy el caudillo se refugia finalmente en el ambiente acogedor de Morena, su partido familiar, donde ha consolidado una república imaginaria de “izquierda personalísima” (El País dixit) que le permite ser juez y parte de sus propias causas y con sus propias reglas; donde vive rodeado de sus juniors y otros incondicionales.
El INE debería evitar que el caudillo convierta su insólita “amnistía” en una plataforma para acoger criminales “agradecidos”. Por lo pronto ya logró lo que ninguno: introducir el tema del crimen organizado en el proceso electoral de 2018.
Fue muy significativo que el caudillo reaccionara agresivo cuando el Presidente se opuso con firmeza a indultar criminales. Le exigió al Presidente que “sacara las manos del proceso electoral”. ¡Cuidado!, pudiera estar buscando desde hoy argumentos para anular la elección. Maneja como pocos los trucos de campañas presidenciales: va por su tercer intento.
(En entrevista con EL UNIVERSAL, Porfirio Muñoz Ledo anunció acciones ciudadanas “hasta en Naciones Unidas” para buscar la cancelación del registro del PRI. Se imaginó un “golpe de Estado” para detener a la oposición…).
Analista político