El PRIAN se metió en nuestro sistema político hace 20 años. Esta entelequia, que tiene como autores a Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos (Jefe Diego), hoy nos presenta un candidato que seguramente fue “preparado” (o “contratado”) por Carlos Salinas con un currículum a prueba de balas.

(Aunque a decir verdad el multisecretario José Antonio Meade es el mejor preparado para asumir la Presidencia. ¿Se imagina a AMLO despotricando al estilo Maduro sobre la mafia del poder en Naciones Unidas?).

Reconocemos que el multisecretario Meade ha “gobernado” desde varias secretarías de Estado y conoce los problemas. Es un funcionario público al estilo de Emmanuel Macron.

Los prianistas tienen un largo historial: se conocen desde que acordaron “quemar” los paquetes electorales que llevaron a Salinas a la Presidencia, y también las concertacesiones en las que el PRI reconoció graciosamente a los primeros gobernadores panistas. Hoy tienen un proyecto más importante: instalar al “apartidista” José Antonio Meade en la Presidencia y evitar el proverbial choque de trenes con López Obrador.

(A propósito de Meade y de “factores de poder”, es obligatorio reconocer a la carismática Juana Cuevas, esposa de Meade, que desde el inicio de la campaña ha dado a los votantes la impresión de ser quien lleva la voz cantante. Se ganó a las mujeres priístas, que corean a su paso: “Juana, Juana, serás primera dama…” Juana es también economista del ITAM, donde conoció al multisecretario Meade).

Hoy el PRIAN tiene carta de reconocimiento. Lo menciona cada vez con más insistencia Andrés Manuel López Obrador, que amenaza con convertirse en otro “general Jacinto B. Treviño”, que compitió por la Presidencia muchos años como modus vivendi.

No me cuesta ningún trabajo imaginar a Salinas y al Jefe Diego evocando sus correrías por Los Pinos. Salinas, el hombre que fue presidente y moría por volver, y Diego, el hombre que “no quiso ser presidente”. (La leyenda urbana dice que declinó a cambio de un mítico terreno en Punta Diamante).

Hoy los dos prianistas aparecen en bodas de alcurnia y eventos sociales de “rigurosa etiqueta”: King makers les llamarían en EU, y en esta elección lo están demostrando con creces.

El jueves de la semana pasada, el niño gandaya que tras robarle el partido a los Calderón se refugió en la coalición Por México al Frente, se cansó de esperar. Había traicionado hasta al presidente Peña Nieto y sabía que era cosa de tiempo antes de que el gobierno federal viniera por él. Decidió enfrentar a la PGR con el tema del lavado de dinero. Fue una decisión oportuna, porque los fiscales del caso (esos “hijos de puta” que maldijo para hacerse el fuerte frente a Diego) ya habían integrado un expediente completo en su contra.

Este peloncito gandaya que robó a los Calderón es un candidato por el que muchos mexicanos no votaríamos jamás…

Analista político

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