Otra vez la tragedia. De nuevo, un 19 de septiembre. A menos de dos semanas del sismo que afectó al sureste mexicano, nos cimbra otro movimiento telúrico que ha enlutado a centenares de familias, atrapado a muchas personas, entre ellas niños en edad escolar; ha provocado múltiples daños materiales en edificios habitacionales e infraestructura educativa, carreteras, y otras vías de comunicación, así como en el servicio de energía eléctrica en vastas zonas del país: CDMX, Morelos, Puebla, Edomex y Guerrero, por lo menos.
La tristeza cae sobre nosotros, sobre nuestro querido México; pero conviviendo con el llanto y el dolor, de nueva cuenta aparece desde lo más profundo de las entrañas de nuestro ser nacional, la valentía, la gallardía convertidas en solidaridad activa para ayudar a las víctimas, para facilitar la convivencia social, para hacerse presente de mil maneras sin importar las edades ni las profesiones, para fortalecer los lazos familiares y de amistad con acciones de auxilio de todo tipo, cada quien a su manera y desde su trinchera.
Y a diferencia del terremoto de 1985, de aquellos fatídicos sismos, cuando la fuerza de la sociedad civil emergió dando una lección ejemplar a un pasmado y apanicado gobierno burocrático que se quedó inmóvil; en esta ocasión, por fortuna, los gobiernos han sabido estar a la altura, respondiendo a la dimensión de la tragedia, y articulando el invaluable esfuerzo solidario y valiente de la sociedad civil, con sus acciones oficiales.
Así como se hermana la gente sin importar ni exhibir colores o ideologías para ayudar en lo que se necesite, también se han podido coordinar y sumar esfuerzos entre gobierno federal y locales sin importar partidos ni colores.
Esa es la grandeza de este México de nuestros abrazos y de nuestros profundos afectos. Ahora, ante lo que viene después de los desastres, hay que saberle responder con decisiones y acciones legislativas y de gobierno, para corresponder a ese México que hoy nos necesita para su reconstrucción y para prepararnos preventivamente ante probables fenómenos naturales.
Aquí es donde entra el papel de todas las fuerzas políticas y sociales, de todas las instituciones del Estado mexicano para que el país, la gente afectada, cuente con los recursos necesarios —de inmediato— en lo que queda de este 2017 y, sobre todo, para este 2018.
Es necesario que se activen urgentemente los morosos recursos del Fondo de Desastres Naturales y se hagan valer todos los seguros contratados por el gobierno para estos efectos. Por ello, será necesario un acuerdo de la Cámara de Diputados, junto al gobierno de la República, para que asignemos partidas presupuestales que atiendan las contingencias de los desastres naturales (sismos e inundaciones) y prevenir los que seguirán como consecuencia del cambio climático y el calentamiento global.
Todos juntos, debemos ver de dónde obtenemos los recursos, dónde hay que recortar (desde luego, donde menos se necesite o afecte), sin egoísmos ni regateos. Y debemos tomar medidas para que se apliquen a lo que se acuerde que sea, sin ningún desvío, sin uso discrecional y sin burocratismos.
Este México grandioso, valiente, gallardo y siempre solidario, con sus mujeres y sus hombres siempre grandes, dispuesto a levantarse ante las tragedias, hoy requiere de nuestra responsable solidaridad. Así, daremos el abrazo más importante: el humano, a las familias que han perdido seres queridos y bienes materiales.
Vicecoordinador de los diputados federales del PRD