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La tarea más urgente de los sectores democráticos de la sociedad mexicana es la de crear contrapesos visibles ante la peligrosa concentración del poder en la persona de López Obrador.
Ya he advertido aquí en anteriores colaboraciones sobre el riesgo en que se encuentran las libertades y derechos democráticos alcanzados —después de largas décadas de lucha y de sacrificios de mujeres y hombres— a partir del triunfo de AMLO logrado, paradójicamente, por la vía democrática.
Ahora el próximo mandatario controla el Poder Legislativo y amenaza hacerlo también con el Poder Judicial, al mismo tiempo que avanza en el debilitamiento y socavamiento de órganos autónomos como el INE, Ifai, Ifetel e Inegi, así como en el control de los gobiernos estatales mediante “superdelegados” que actuarán por encima de los gobernadores.
Lo mismo sucede con el nombramiento de un “fiscal carnal” que no combatirá la corrupción, porque además “perdonará a los corruptos”.
Adicionalmente, se desvirtúan y envilecen instrumentos de democracia participativa (como la consulta popular) para “legitimar” decisiones previamente adoptadas. Sucede algo similar al controlar los medios de comunicación desde la Secretaria de Gobernación —como en los años negros del viejo PRI—, así como con la estrategia contra la inseguridad para justificar la militarización del país con la creación de una “Guardia Nacional”, cuya columna vertebral serán policías militares y navales.
Son signos propios de gobiernos dictatoriales, de una “Presidencia Imperial”, diría Krauze.
Es por todo eso que se requieren contrapesos efectivos que actúen como diques ante el autoritarismo, reto que se acrecienta porque los partidos opositores se encuentran en una profunda crisis y la sociedad civil quedó confundida y desarticulada después de las elecciones.
El PRD se ha planteado contribuir a la construcción de esos contrapesos para ser parte de una oposición de izquierda democrática, responsable y firme ante el gobierno de AMLO. Hacerlo con humildad y generosidad, poniendo el registro legal al servicio de la sociedad para conformar un organismo superior al PRD y a lo que, por separado, son cada uno de los liderazgos y organizaciones del campo democrático y progresista.
Es hora de sumar esfuerzos, sin sectarismos, por el bien del país.
El Congreso Nacional del pasado fin de semana puso en el centro la necesidad de la transformación del partido, así como luchar por las causas de la gente e iniciar una nueva etapa desapareciendo las corrientes (“tribus”) y reencontrarse con la sociedad, lo cual fue avalado por la mayoría de los delegados, frente a una minoría violenta que, asumiéndose como la que “verdaderamente quiere al PRD”, tuvo la intención de “reventar” dicha cumbre.
Estas condenables acciones revelan que, en momentos de crisis, cuando se plantea la necesidad de dar golpes de timón y provocar virajes profundos en la vida de las instituciones, siempre hay quienes se aferran a lo viejo y terminan haciendo el trabajo sucio a quienes dicen combatir y acaban dañando lo que dicen defender.
Por ello, a la par que hoy se manifiestan con emotivo despertar más de un centenar de organizaciones de la sociedad para lanzarse a la calle, oponerse a la militarización y ser un contrapeso frente al autoritarismo lopezobradorista, el PRD, compartiendo esas banderas, debe seguir viendo hacia adelante y luchar por bajar el precio de las gasolinas, incrementar el salario mínimo y los recursos para la educación y las universidades públicas, así como por un fiscal independiente.
Reitero lo que he dicho en múltiples ocasiones: No estamos agonizando ni vamos a morir mañana. Hoy es cuando más se necesita una izquierda democrática, progresista y social, activa y fuerte, ante la simulación de un falso gobierno de izquierda como lo será el de AMLO.
Ex diputado federal