Jean Meyer

Los malos sacerdotes

21/10/2018 |01:11
Redacción El Universal
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La pedofilia clerical es el tema que invade la prensa internacional. Le Monde le ha dedicado su editorial: “Pedofilia: la Iglesia roída por el escándalo” y publica cada día noticias y estadísticas sobre el tema. El diario católico La Croix anuncia en portada “Abusos sexuales, estado de urgencia en la Iglesia”. El papa Francisco se declara consternado, horrorizado, pide perdón, tanto por la violencia perpetrada por sacerdotes contra indefensas víctimas, como por la complicidad de una Iglesia que protegió a los perversos, por “haber cometido (él, Francisco) graves errores de apreciación y percepción”. Aludía su conducta en Chile, cuando había rechazado con indignación la denuncia hecha por unas víctimas. Ahora convoca para febrero de 2019 una cumbre con los presidentes de las conferencias episcopales nacionales, para proteger a los niños. Decisión quizá inspirada por el reclamo del arzobispo de Boston, Sean O’Malley, presidente de la Comisión Pontifical para la Protección de Menores, que insiste en dar prioridad a la lucha contra los abusos a menores.

Juan Pablo II cometió, en el sonado caso de Marcial Maciel, genio asombroso del mal, los mismos “graves errores de apreciación y percepción”, como, muchos años antes, “el buen papa” Juan XXIII quien levantó, funesta decisión, el castigo que un lúcido Pío XII había impuesto a Maciel. Ahora, la reacción en el seno de la Iglesia católica aprovecha el asunto para atacar al Papa, con la esperanza de obligarlo a renunciar. Lo acusan de haber protegido criminales. Esa ofensiva no debe disimular la realidad, la gravedad del problema.

Cifras: Alemania: 3,677 casos para los años 1946-2014. Australia: 4,444 para el periodo 1980-2015. Estados Unidos: no hay una cifra global todavía, pero varias diócesis, como Boston y Pensilvania, han contado miles de casos. Bélgica, Chile, Irlanda han proporcionado datos terribles. Irlanda, en donde Benedicto XVI, quien vio claro, denunció la podredumbre en el seno del clero: “Es una gran crisis. ¡Tanta suciedad! Verse pronto tan enlodado el sacerdocio y, con él, a la misma Iglesia” y dictaminó que, para estos crímenes, “hay que pasar el asunto a la justicia de los Estados” (2010). Puede que su renuncia haya sido, en gran parte, ligada al descubrimiento que la gangrena había afectado de tal manera el cuerpo eclesial, hasta el nivel más alto, en el mismo Vaticano, que su autoridad no pesaba nada. Convocó a los cardenales estadounidenses (Francisco convocó a todos los obispos chilenos), castigó a un cardenal austriaco, como había castigado a Maciel, y reclamó “cero tolerancias”.

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Francisco sigue el mismo camino, repite lo dicho. Espero que no renuncie. Acaba de explicar que la mayoría de los casos son antiguos y que las nuevas generaciones de sacerdotes no se portan tan mal. Antes “estas cosas se cubrían, y también se cubrían en casa cuando un tío violaba a la sobrina o el padre a los hijos, porque era una vergüenza”. Cierto, como es cierto lo que acaba de decir un prelado luterano alemán al saber que su Iglesia, con pastores casados, tiene el mismo problema; cierto también que víctimas de maestros budistas acaban de entregar una carta al Dalai Lama para denunciar abusos sexuales… Puedo añadir que en todas las profesiones que implican una fuerte asimetría entre el niño, el adolescente, incluso el adulto y quien detenta prestigio y autoridad, surgen la pedofilia y los abusos sexuales: maestros, profesores, entrenadores, médicos, psicólogos, analistas, oficiales…

¿Y qué? No es excusa, tampoco atenuante. Lo único que significa es que el celibato sacerdotal no es la única causa de la perversa agresión. Ahora, en mi ignorancia, me quedo con una pregunta. El anticlericalismo, incluso el anticlericalismo católico, desde la Edad Media denuncia “los malos sacerdotes”, pero las dos acusaciones principales son su codicia de dinero y su falta de castidad, su actividad sexual con las mujeres. Las mujeres. Se menciona su “lubricidad”, en los debates de nuestro Congreso Constituyente del 17, nunca la pedofilia. ¿Problema moderno?

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu