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La Reforma Educativa busca cinco grandes objetivos: reorganizar el sistema para pasar del clientelismo al mérito; reorganizar escuelas con menos burocracia y más tiempo de enseñanza; profesionalizar a los maestros; reforzar contenidos y pedagogía orientados a que los alumnos aprendan a discernir, y que el cambio de paradigma llegue a todos los estudiantes del país.
Se dice fácil, pero esta reforma obligó, en agosto del 2013, a ambas cámaras del Congreso de la Unión a sesionar en una sede alterna (Centro Banamex), pues el recinto oficial fue bloqueado, literalmente, por integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), quienes se oponían a su aprobación.
La esencia de la Reforma Educativa está en la calidad de la educación. Alcanzar la excelencia en la enseñanza y el aprendizaje pasa por la revisión de contenidos y planes de estudio, por la capacitación de los maestros, por su evaluación y por estímulos para su ingreso, permanencia y ascenso.
Falsamente, los detractores de este nuevo modelo educativo han dicho que, en realidad, estamos frente a una reforma laboral, pues con su entrada en vigor pone en riesgo la estabilidad de los docentes y directivos de planteles escolares al someterlos a pruebas para evaluar sus conocimientos y aptitudes.
Desafortunadamente, la lucha por echar abajo este esfuerzo continúa y de la peor manera posible: con violencia, chantajes, bloqueos carreteros y, peor aun, con suspensiones de clases al grado de sacrificar ciclos escolares completos donde más educación se necesita. En esa lucha, la CNTE no está sola. Cuenta ahora con poderosos aliados: la ex dirigente magisterial Elba Esther Gordillo y su grupo, así como el de Andrés Manuel López Obrador.
Es altamente preocupante que alguien que aspira a dirigir los destinos del país tenga entre sus prioridades cancelar (sic) “la mal llamada reforma educativa”. En su estrecha mente, evaluar a los maestros es una humillación. Retirarlos de las aulas si no cumplen con niveles mínimos de conocimiento o aptitud es una injusticia. Y perpetuar el sistema de venta o herencia de plazas magisteriales es una conquista sindical. Quizá el desprecio por la calidad educativa de Andrés Manuel tenga su origen en el hecho de que él mismo tardó 14 años en cursar la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM.
Pero lo que es imperdonable es que, por un lado, en el ejercicio denominado “10 por la educación”, López Obrador se haya manifestado a favor de todos los elementos que componen la Reforma Educativa y, el sábado pasado, haya reiterado en Oaxaca, ante la CNTE, que definitivamente cancelará (sic) dicha reforma.
Hay mucho en juego en esta elección. Pero basta con la amenaza de echar abajo la más apreciada de las reformas estructurales de la época moderna de México para no darle tu voto a la alternativa que representa Morena.
José Antonio Meade no solo entiende y aprecia el contenido y objetivos de la Reforma Educativa, sino que, sin ambigüedad alguna, se ha pronunciado por impulsarla, mejorar su implementación, pagar mejores sueldos a los maestros y cuadruplicar el número de escuelas de tiempo completo.
Así las cosas. Que tu voto sea por la educación.
Senador