No se fueron porque siguen presentes entre nosotros; la partida fue sólo material pero su recuerdo, sus acciones y sus obras permanecen en nuestros corazones. Éste será el primer año que conmemoraremos su partida al Omeyocán, lugar desde donde ahora nos observan, cuidan y esperan.

La tradición de celebrar a los muertos, muy de nosotros los mexicanos, y con la que expresamos admiración, respeto y cariño para quienes se nos adelantaron, será esta vez única y especial después de lo ocurrido durante el S-19. No sabemos en realidad, ¿por qué ustedes? y nos seguiremos preguntando ¿por qué nos quedamos? Pero algo podemos urdir sobre su partida.

Ante un acontecimiento que nos volvió a recordar cuán frágiles somos como género humano ante el poder inmenso de la naturaleza, entresaco lo siguiente.

Que México, el país de los jóvenes, no está dormido ni secuestrado por las redes sociales; al contrario, el México de estos jóvenes del milenio está vivo, piensa, siente y se expresa; son capaces de hacer a un lado el celular y ponerse a trabajar sin descansar por causas nobles y justas; son jóvenes con un corazón inmenso lleno de amor y sentimientos nobles; son jóvenes digitales que con sus conocimientos de la tecnología pusieron a un país en movimiento, capaces de dar y ayudar solidariamente a quienes estuvieron en desgracia.

No, su partida no fue inútil, se los digo fuerte para que me oigan en el Omeyocán y en los cuatro puntos cardinales de la patria; México tiene esperanza y un gran futuro porque cuenta con sus jóvenes, esos que vendrán a tomar las riendas de quienes no hemos podido terminar de construir el México de progreso y prosperidad que merece nuestra gente.

El sentimiento nos embarga en esta conmemoración. En Morelos, la entidad que amo y represento en la Cámara de Diputados, la naturaleza nos castigó con severidad y los daños son tan grandes que cualquier esfuerzo parece chico ante tanto dolor y sufrimiento que aún se vive en los campamentos y albergues, sumado a la tristeza de ya no tener cerca al ser querido.

Mas su partida no fue inútil, porque ahora sabemos que ante la desgracia nada nos tumba, nada nos detiene, ni siquiera la mísera ambición de quienes vieron en la desgracia la oportunidad de reivindicarse por los malos años de gobierno que nos han infringido; al revés, ha quedado demostrado que somos un pueblo solidario, que ante la emergencia se desborda, que ante el reto se crece y ante los tiranos se rebela.

Es ese México solidario, el único que podrá retomar el camino de la reconstrucción, frente autoridades incapaces de despojarse de sus privilegios para entregar más a quienes ahora carecen de lo estricto. A esos, que con el recurso público que es el dinero de todos, nos pretenden dar apoyos para reconstrucción que por su monto dan risa; a ellos les decimos cerca del día de los fieles difuntos; cuídense porque en el 2018 pueden irse al Omeyocán producto de las elecciones.

Vicepresidente de la Cámara de Diputados

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