Más Información
Sergio Gutiérrez Luna sostiene reunión con Lenia Batres; discuten reforma judicial y convocatoria de jueces
Reforma de igualdad sustantiva avanza en San Lázaro; contará con fiscalías especializadas en violencia de género
“No fue contabilizado”; voto fantasma de Pedro Haces es culpa del proveedor de Internet: Sergio Gutiérrez Luna
Tribunal Electoral rechaza opinar sobre acción de la SCJN contra reforma judicial; señala falta de competencia
Nunca será ocioso recordar el nombre de Emiliano Zapata Salazar mientras los postulados de tierra y libertad sigan siendo ideales inacabados en la patria mexicana. La lucha del caudillo del sur, asesinado a traición un 10 de abril de 1919, nos sigue convocando a trabajar en contra de la profunda desigualdad en la que viven miles de familias, más ahora, cuando la condición de pobreza es compartida por más de la mitad de la población.
Lo que reclamó Zapata al entonces presidente Carranza en una carta fechada el 17 de marzo de 1919 sería lo mismo que hoy cualquier mexicano bien nacido le podría demandar a sus gobiernos. Él describía la miseria en la que vivía el pueblo. Después de 99 años, ¿qué ha cambiado? Los precios de los combustibles son más caros y sus consecuencias en los precios de los básico son avasalladoras; el salario mínimo no responde a las necesidades de una familia; los precios de los alimentos viven una escalada constante.
La concentración de la riqueza en la que vivimos hoy en México es un símil de la concentración de la tierra contra la que luchó Zapata. Tener la propiedad de la tierra en manos de quienes la trabajan era el ideal; ahora, casi un siglo después, los bienes de la producción, los dueños de la propiedad inmobiliaria, financiera e industrial se concentran en apenas el 10% de la población. Miguel Ángel del Castillo, académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), hace no mucho, en una comparecencia ante el Senado de la República, aseguró “que entre 125 y 220 mil personas tienen o poseen la mayor parte de los activos físicos del país —casas, edificios, bienes, dinero e inversiones—, mientras que más del 50% de la población (más de 60 millones de personas) viven incluso con carencias alimentarias”.
El bandolerismo producido en 1919 por la guerra, el ejército del mismo gobierno y la delincuencia, decía Zapata en su misiva, destruye al pueblo, aumenta su desgracia y miseria, y, a mi juicio, no es más que un retrato de la imparable violencia e inseguridad pública que priva hoy en amplísimas regiones del país; acabamos de pasar, en 2017, el año más violento de los últimos 20 años de la historia reciente; más de 25 mil delitos, más de 22 asesinatos y una percepción de inseguridad creciente en toda la población.
El cambio del siglo pasado llegó con la revolución armada de 1910; el cambio democrático e inteligente podría llegar en 2018, con el cambio de régimen como lo soñaron Zapata, Madero y otros.
Por eso, a 99 años de que Zapata se fue, quienes vivimos en Morelos y recibimos su legado histórico no podemos callar y dejar de denunciar. Tal vez no faltará quien, con otra óptica, pueda mirar el vaso del agua medio lleno; aun así, la terca realidad estará ahí presente y nos seguirá reclamando con la potente prosa del diputado y poeta Salvador Díaz Mirón: “Sabedlo, soberanos y vasallos//próceres y mendigos//que nadie tendrá derecho a lo superfluo//mientras alguien carezca de lo estricto”.
Vicepresidente de la Cámara de Diputados