En vísperas de la elección del próximo domingo, debemos reconocer el valor de la democracia, que va mucho más allá de las elecciones. La democracia es el único sistema que protege nuestra libertad de decidir y de vivir la vida que queremos tener; parafraseando a John Keane, es fundamental, porque permite que las cosas buenas sucedan (Vida y Muerte de la Democracia, FCE-INE, 2018).

Aun así, las elecciones son el fundamento de la democracia representativa; son su elemento distintivo e indispensable. Si bien hay miles de libros, investigaciones y análisis que dibujan, desde diferentes enfoques teóricos, la idea y el concepto de la democracia, más allá de las diferencias en los alcances y perspectivas, todos están de acuerdo en una cosa: la democracia es el sistema en el cual la ciudadanía puede renovar a los gobernantes, de manera pacífica, a través del voto.

Esta idea, tan sencilla, tiene detrás una gran complejidad de andamiaje institucional, de un sistema de contrapeso y equilibrios que limitan el ejercicio del poder, y de largas luchas por el reconocimiento y respeto de los derechos y libertades ciudadanas. Todos ellos están reflejados en el acto del sufragio, un derecho y deber ciudadano, a través del cual tomamos las decisiones sobre el rumbo de nuestras vidas.

Por ello, el acto de llenar la boleta y depositarla en la urna es lo que le da significado a la democracia. El historiador Timothy Snyder nos dice, en su último libro, que “las democracias mueren cuando las personas dejan de creer que su voto cuenta (…) Cuando llegamos a creer que las elecciones son un simple ritual de apoyo, la democracia pierde su sentido” (Road to Unfreedom, Nueva York, 2018). Y permitir que la democracia pierda su significado sería regresar al momento en el que carecíamos del presupuesto necesario para el ejercicio del resto de los derechos humanos: incidir en el rumbo del país y, por ende, de nosotros mismos.

Para que esto no ocurra, las elecciones deben ser significativas, deben reflejar el ejercicio libre, consciente y ciudadano de definición de un futuro común. La única manera de que así sea es a través de la participación ciudadana. Por ello, es tan importante que todas y todos vayamos a votar este 1 de julio para elegir a nuestras autoridades. Este es el mejor antídoto a los problemas que puede tener un régimen político; es la prueba de nuestro compromiso con la democracia y con nuestro país. La participación de la ciudadanía, como votantes, como funcionarios de casilla, observadores, representantes de partidos y candidatos, es lo que dota de sentido a este ejercicio democrático: la democracia la hacemos todos.

Debemos reconocer la importancia y el impacto de esta jornada electoral. En este proceso electoral sin precedente, vamos a elegir más de 18 mil cargos. Los alcances de esta elección, la magnitud del cambio de gobernantes que vamos a presenciar en las siguientes semanas son un hecho singular. Son una oportunidad que tenemos, como ciudadanas y ciudadanos, de definir nuestro futuro. El voto que emitamos este domingo es relevante y significativo; es la decisión que dibujará el rumbo de nuestro país para los próximos años. Acudiendo a las urnas, haciendo de este domingo una verdadera fiesta ciudadana, podemos mejorar nuestras instituciones, fortalecer la representación, definir las políticas públicas y el futuro que queremos tener.

Este proceso electoral se ha caracterizado por un importante nivel de competitividad y de interés ciudadano. Hemos sostenido largos y acalorados debates acerca de las candidaturas, sus propuestas y su viabilidad. Debemos canalizar este interés y energía en la participación.

La importancia del voto y de decisiones individuales está reflejada también en la labor de la justicia electoral en nuestro país. El andamiaje institucional de los tribunales electorales federal y locales fue construido para garantizar el ejercicio efectivo del derecho a votar, y este ha sido el eje de la labor del TEPJF.

Justo después de la jornada, una vez que emitamos nuestros votos, empieza la labor de los tribunales de revisar los resultados electorales y analizar la validez de las elecciones. Les quiero asegurar que las impugnaciones que las salas del TEPJF resolverán en la etapa de resultados y declaración de validez permitirán reforzar la legalidad de los procesos electorales y la legitimidad de las autoridades electas. Podemos confiar en que cualquier demanda se resolverá con enfoque de derechos, aplicando las reglas de manera consciente y manteniendo a las personas en el centro de nuestras resoluciones.

Quiero reiterar que, en todas las etapas del proceso, el Tribunal ha velado y velará por el pleno respeto de los principios constitucionales y reglas legales que rigen los procesos electorales en nuestro país. En la etapa que viene, garantizará los derechos político-electorales de las y los ciudadanos, especialmente su derecho a votar, protegiendo la libertad y el sentido de sus votos. Les aseguro que en el Tribunal Electoral estamos comprometidos; estamos trabajando para garantizar que sean sus votos y únicamente sus votos los que definan estas contiendas electorales.

México: estamos preparados para garantizar la legalidad y defender los derechos de todos, sin distinciones de colores ni siglas, con absoluta independencia y por el bien de nuestro país. Desde el Tribunal Electoral vamos a impartir justicia que dé certeza a la democracia y garantizaremos que su voto se respete.

Magistrada presidenta del TEPJF

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