“En lugar de robarte o de violarte, te estoy pidiendo una moneda”. Esta frase me la gritó una persona en la calle la semana pasada, después de que le dijera que no traía cambio. Mientras me alejaba apresuradamente pensé en lo que escondía aquella frase. Reconozco la desigualdad económica que motivó este encuentro desafortunado, sin embargo, no sé si el hombre que me gritó pudo reconocer la desigualdad de género detrás de su comentario.
Al día de hoy no logro quitarme de la cabeza que a ojos de ese hombre tenía que estar agradecida por el hecho de no ser violada o asaltada como si cualquiera de estas dos vejaciones fuera tan normal que la excepción a la regla debiera conducir a una señal de agradecimiento: “Gracias por no asaltarme, gracias por no violarme, gracias por no matarme”. Incluso escribir esto me saca de quicio, porque sé que en nuestro país por el hecho de ser mujer la posibilidad de ser agredida, violada o asesinada es alta.
La desigualdad a la que me refiero es la enorme brecha que existe respecto al reconocimiento y respeto de los derechos de las mujeres. En nuestro país, las mujeres no gozamos del derecho a tener una vida libre de violencia. Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2016), 67% mujeres de 15 años o más reportan haber sufrido algún acto de violencia en su vida. Tampoco tenemos el derecho a transitar libremente sin ser agredidas y violentadas, 38.7% reporta haber sufrido violencia en la vía pública. Tampoco tenemos el derecho a vivir libres de violencia en nuestras relaciones, 43.9% reporta haber sufrido violencia en una relación. Además de estas circunstancias, algunas propuestas de políticas públicas parecen querer restringir aún más los derechos que hemos alcanzado.
En las cifras de incidencia delictiva del Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública se reporta que en 2018 se iniciaron investigaciones por 41,398 delitos sexuales que incluyen el abuso, el acoso y la violación. Que alguien considere pertinente retirar el apoyo a los refugios de mujeres considerando estas cifras me parece indignante. También se reportan 178,561 casos de violencia familiar investigados en 2018. Que alguien considere que es mejor dar dinero a las mujeres que ofrecerles los servicios de estancias infantiles para que puedan ir a trabajar me desquicia. El Secretariado también reporta 845 investigaciones por feminicidios y 570 por abortos. Que alguien prefiera dedicar los escasos recursos del sistema penal a sancionar abortos en lugar de homicidios dolosos me enerva.
Ningún monto de dinero ni ocurrencia podrá resarcir nuestros derechos básicos. Tampoco tenemos por qué agradecer el respeto a los mismos. Me llena de tristeza saber que lo que exigimos hoy 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es ser tratadas como personas y no como objetos; que se nos reconozcan derechos básicos, como poder caminar sin ser agredidas o violentadas, poder estar en nuestras casas sin ser maltratadas, poder ir a trabajar sin tener que preocuparnos por el bienestar de nuestros hijos, poder recibir ayuda si alguien nos amenaza, poder salir sabiendo que no seremos violadas o asesinadas. En México, los derechos de las mujeres no están garantizados y además nos los están quitando. Este 8 de marzo, no hay nada que celebrar.
Directora Ejecutiva de Impunidad Cero