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Hace poco el pulso ciudadano realizado por la encuestadora De las Heras Demotecnia arrojó que 7 de cada 10 mexicanos confía que las acciones del Presidente ayudarán a mejorar la situación actual del país, en comparación con el 80 % que lo hacía al inicio de su gestión. Un dato de lo más normal considerando que el gobierno de la 4t no vino a preservar la podredumbre del viejo régimen, sino a extirparla. El privilegio de gozar de un gran respaldo ciudadano en elecciones, tiene que ver con un amplio margen de maniobra que el ejecutivo puede y debe poner a disposición del proyecto de nación que representa, pues como dice el vulgo popular “el agua estancada no mueve molinos”.
Ante una histórica ingobernabilidad era necesario poner los cimientos de un Estado con capacidades amplias para resolver las demandas de los grupos sociales, políticos y económicos. Por eso sin temor a equivocarnos, los primeros seis meses de la administración federal se cuentan a partir de acciones para poner orden al caos. Y gracias a esto hoy hemos dejado varios lastres en la administración pública que me permito mencionar.
Desorden fiscal. La gestión de AMLO está comprometida con mantener estabilidad y manejo responsable de las finanzas públicas, el gobierno redujo el presupuesto en 121 mil millones de pesos ante menores ingresos previstos, con el propósito de cumplir con sus metas fiscales. Con esto se espera que paulatinamente haya una normalización en la aplicación del gasto público, redundando en una reactivación de la inversión pública y seguir invirtiendo de manera eficaz en los programas sociales prioritarios, cuyo éxito ya está demostrado.
El mito de la clase política. Por las oficinas gubernamentales de la 4T correo el buen ánimo de colaboración para empujar las estrategias nacionales de las Secretarías, este gobierno tiene la capacidad de demostrar que los resultados de la política nacional recaen en el seguimiento estricto de las metas planteadas, en la colaboración interinstitucional, el diálogo entre sectores y tender puentes entre la población objetivo y los resultados otorgados.
Haciendo posible que la política de austeridad reivindique el servicio público y ataje por todos los frentes el mal de la corrupción. Uno de los mayores contrastes con el pasado, ha sido erradicar el mito de la clase política como los funcionarios públicos que argumentaban su actuación basados en el presupuesto de una burocracia dorada, un ejemplo es que el gobierno de Peña gastó un billón 823 mil millones de pesos adicionales a lo originalmente previsto en su administración y aun con eso la deuda creció 46 %.
El Gobierno de la publicidad. Hoy el Ejecutivo Federal revoluciona la opacidad que tuvieron los presidentes, sale todos los días a enfrentar la opinión pública, a contestar de frente y escuchar sin filtros . En este mismo sentido se eliminó el gasto en publicidad, así como el pago de periodistas que en el pasado hacían las veces de un adoctrinamiento en medios nacionales, pese a lo absurda y tergiversada de la información.
Gobierno de minorías. La legendaria consigna “por el bien de todos, primero los pobres” se ha materializado en la estrategia nacional del Presidente para implementar los 25 programas prioritarios del sexenio, atendiendo zonas con altos índices de pobreza, marginación y violencia, así se tiene la certeza de cancelar el circulo vicioso de la corrupción y el olvido, siendo la vía para combatir la desigualdad sistemática que vienen padeciendo generaciones interminables de mexicanos, primero por pobreza, luego por género y condición.
Por esto, hablar de un saldo del gobierno a 6 meses de su implementación va más allá de hacer conclusiones a bote pronto. Hoy tenemos ya los cimientos de una gran estrategia de fondo que mejorará muchos otros rubros de la política nacional, de ninguna manera olvidados, pero sí programados. La gran fortaleza es que existe un proyecto de largo alcance y hay amplia confianza ciudadana, esto en cualquier parte del mundo se llama gobernabilidad.