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Una gran parte de la comentocracia
–apabullada y desorientada como se encuentra ante el triunfo contundente de López Obrador– se ha mostrado alarmada frente a la reducción de sueldos a los altos funcionarios públicos . Unos acusan a AMLO de querer “destruir el aparato público del gobierno”. Otros señalan que lo que en el fondo busca el virtual presidente electo es apartar a todo aquél que no piense como él, para “depurar el servicio público” y llenarlo de incondicionales. Un fiel representante de la opinocracia mayoritaria señala que las medidas de austeridad, y los cambios en la estructura burocrática anunciados son parte de un cálculo fríamente diseñado para “capturar el Estado”, copar todos los espacios de poder y crear finalmente un “país de un solo hombre”. Así de grande su paranoia ideológica .
Alejada de las preocupaciones más elementales de la gente, las voces del antiguo régimen han decidido salir a abogar activamente por los “derechos inalienables del alto servidor público”: el derecho de los secretarios, subsecretarios y directores generales a pagar colegiaturas de 20 mil pesos al mes, vacacionar donde vacacionan y vivir donde han vivido; abogan activamente por el derecho de los altos funcionarios a la Suburban. Defienden, en suma, que la alta burocracia continúe perteneciendo a las clases altas. No pueden siquiera imaginar que un alto servidor público viva en la clase media o en una republicana justa medianía .
Para salir de su burbuja de círculo rojo, podrían empezar por estudiar la distribución del ingreso en México . Verían entonces que de los 43 millones de trabajadores que integran la Población Económicamente Activa del país solo un 5% gana más de 13, 255 pesos y que menos del 2% percibe sueldos por encima de los 26 mil. Podrían también enterarse de la enorme brecha salarial que existen entre los mandos altos y la baja burocracia: En México el funcionario federal promedio gana alrededor de 15 mil pesos, cuando unos 300 titulares de organización perciben entre 160 y 180 mil.
Basta observar la relación que existe entre los sueldos de los altos funcionarios y el PIB per cápita en los países de la OCDE para darse cuenta lo groseros que son los sueldos de la alta burocracia
. Sin contar bonos, sobresueldos, vehículos, seguros médicos privados, cajas de ahorro especiales o seguros de separación –por mencionar solo algunas prebendas–, sus percepciones llegan a representar más del doble que el promedio de los países de la OCDE; son mucho más elevadas que en Francia, Inglaterra o España y tres veces más que en Estados Unidos. Algo similar ocurre con los magistrados que ganan más que en Irlanda, Suiza, España, Holanda o Francia.
Algunos comentaristas del antiguo régimen arguyen razones “técnicas” para oponerse a la reducción de los sueldos. Dicen que los altos mandos abandonarán masivamente la administración pública para irse a trabajar al sector privado , donde estarían mucho mejor pagados. Piensan quizás –algunos cínicamente– que lo único que puede mover a un servidor público es trepar en la escala social o aferrarse al estatus. Como si el compromiso, la mística de servicio o la reputación de ser un buen servidor público no existieran. Habría que examinar, en todo caso, si esas razones supuestamente técnicas no son más bien culturales, y de paso pensar si beneficia al país tener ese tipo de cultura inserta en el servicio público.
Es probable que algunos funcionarios efectivamente abandonen la burocracia, aunque estimo que serán muchos menos de los que se presagian
. En el Gobierno de la Ciudad López Obrador redujo los sueldos más altos en un 30% y nada grave ocurrió. En cualquier caso, la idea de que el sector público perderá competitividad frente al ámbito privado debe colocarse en su justa dimensión. Un análisis de Fernando Nieto, especialista en Administración Pública del Colmex, muestra que los sueldos en el sector público son en general más altos que en el sector privado.
Entre 2000 y 2015, dice el estudioso, el sueldo medio en la burocracia fue casi cuatro veces más alto que en el sector privado. Además, en algunos sectores económicos, las percepciones a nivel gerencial (gerentes administrativos y de operaciones versus directores) pueden ser bastante más competitivos en el sector público federal que en el privado. Según cálculos de Nieto, un director general en Cultura llega a ganar casi 30% más que un gerente administrativo en Televisa y un director general en Sagarpa percibe 60% más que un director de operaciones en Pepsico (y el doble que en Bimbo).
Sin duda es necesario replantear algunas de las medidas anunciadas por López Obrador, contar con mejores diagnósticos y hacer matices
. Por ejemplo, la pretendida reubicación geográfica de algunas secretarías y entidades del sector público (la mal llamada “descentralización”), traería costos muy superiores a sus potenciales beneficios y seguramente haría perder un tiempo muy valioso al próximo gobierno.
Sin embargo, el conjunto de medidas orientadas a acabar con una cultura de privilegios, que ha creado una burocracia faraónica, tiene un carácter transformador . No por otra razón ocho de cada diez mexicanos las apoyan, incluida mucha gente que no votó por López Obrador. Algo de razón deben tener, aunque sobrarán comentócratas que descalifiquen estas decisiones de “populistas”.
@HernanGomezB