AMLO propone que se produzca todo lo que consumimos, o, dicho de otra forma, alcanzar la autosuficiencia alimentaria. A veces sustituye “autosuficiencia” con “soberanía alimentaria”, que, sin ser sinónimos, suena más atractivo. Se piensa que la autosuficiencia bajaría precios y nos protegería de la volatilidad. Se presenta también como una medida de carácter social. Pero esto es cuestionable. La autosuficiencia alimentaria no garantiza soberanía en sentido amplio; no ha probado ser herramienta para combatir la pobreza o mejorar la nutrición y no asegura mayor disponibilidad de alimentos ni a menor precio. Restaría además competitividad y empleo en el campo mexicano.
La FAO de la ONU pone énfasis en la alcanzar la seguridad alimentaria, no en la autosuficiencia. Son conceptos muy distintos. Por seguridad alimentaria se entiende que todas las personas tengan acceso físico y económico, a suficientes alimentos para cubrir sus necesidades nutricionales y tener una vida saludable. Este concepto es más profundo y relevante para enfrentar los retos económicos y sociales, sean rurales o urbanos.
El concepto de seguridad alimentaria reconoce las necesidades tanto de los campesinos como de los consumidores, que son más. Recordemos que México es un país mayoritariamente urbano y no todos los habitantes rurales son agricultores. La clave está en el acceso a los alimentos, no en su país de origen. Por acceso físico se refiere a la disponibilidad de alimentos para todos y, por acceso económico, que las personas tengan ingreso para adquirirlos. Hay instrumentos de política pública que mejoran el acceso físico o económico a los alimentos, sin generar mayores distorsiones o privilegiar a ciertos grupos. Además, la buena nutrición requiere diversidad en la dieta y las personas difieren en sus preferencias de consumo, por lo que no conviene limitar la alimentación a lo que producimos. De hecho, prácticamente todos los países y ciertamente aquellos con mayor seguridad alimentaria, participan en el comercio mundial de alimentos.
Importar alimentos que se producen de manera más eficiente y económica en otros países tiene sentido. Importamos muchos alimentos, pero exportamos más. Migrar la producción hacia lo que ahora importamos, aunque sea más barato traerlos de fuera, implica perdidas en eficiencia y en ingresos. Recuerda la política de sustitución de importaciones del pasado, que trajo pocos beneficios. Otros riesgos incluyen el posible daño ambiental por dedicar tierra a cultivos para lo que es poco apta y la sobreexplotación de recursos.
Queda mucho por hacer para mejorar las condiciones del campo y elevar la productividad agroalimentaria. Al avanzar en ello, el campo mexicano será más competitivo, y podremos importar menos y exportar más. Aún más importante, avanzaremos en términos de seguridad alimentaria. Diagnósticos hay muchos: hay que ampliar el acceso a crédito, tecnología, e insumos y mejorar la infraestructura. Tenemos que fortalecer los derechos de propiedad y garantizar el Estado de Derecho en el campo. También hay que ampliar el uso de instrumentos financieros que protejan a los productores de riesgos y volatilidad de precios, como son seguros y coberturas.
Hay retos enormes, pero el campo mexicano también tiene notables historias de éxito. No limitemos su potencial con políticas bien intencionadas pero que no han funcionado. Enfoquémonos en la seguridad alimentaria, no en la autosuficiencia. Es la que conduce a una verdadera soberanía alimentaria.
Decano de la Escuela de Ciencias Sociales
y Gobierno, Región Ciudad de México, Tecnológico
de Monterrey. Ex director del Centro
de Inversiones de FAO. @GustavoMerinoJ