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Las encuestas post debate indican que no hubo gran cambio en las intenciones de voto: Meade se mantiene estable; López Obrador no perdió simpatizantes; Anaya parece obtener unos pocos de los partidarios de Margarita y; El Bronco, aunque recordado, parece que perdió simpatías, pero este dato es engañoso por la intención de voto tan baja que ha mantenido.
A pesar de no haber un vencedor real del debate, ha comenzado una discusión sobre el llamado al voto útil en contra de uno u otro candidato; pero a 50 días de la elección esta polarización puede ser nociva y dañina para nuestra democracia y tiene, sin duda, claros intereses particulares.
Aun con esta falsa discusión en la mesa, no olvidemos que todavía faltan dos debates nacionales y que, por la temática tan importante, podrán modificar las preferencias electorales.
Tampoco podemos olvidar lo que ya sabemos de los candidatos: sus propuestas estructuradas, algunas que más parecen ocurrencias; o peor, hacer a un lado las acusaciones sobre delitos graves que cada día tienen más peso: tenemos que esperar la resolución de un tribunal, y si lo confirma, la elección tomaría otro derrotero.
Tal vez esta es la razón por la que ciertos grupos fomentan y hacen públicas sus quejas acerca de que López Obrador tenga alguna posibilidad de ganar la elección e incluso insinuar, en algunas reuniones, una intervención del presidente Peña Nieto para así calmar sus temores.
De las cosas que más me sorprende es que muchos de ellos han sido críticos de la actuación del Presidente. Durante estos años han jugado un papel importante para la propagación de noticias falsas y denigrantes; repitiendo, al mismo tiempo, hasta el hastío que todo está mal. En suma: han apoyado indirectamente el descontento social y los grupos antisistema que ahora los atemorizan.
Durante estos cinco años, cuando se platicaba sobre la situación del país, algunos intervenían sin reparos: el Presidente muy mal, pero reconocían que los negocios iban bien y el país creciendo. Sin medir sus opiniones criticaban, en general, las políticas públicas o cualquier acción de gobierno.
Por eso, creo que nos debemos preguntar ¿por qué un presidente elegido democráticamente tendría que cuidar que alguien no llegara a la presidencia? ¿Sería congruente e inteligente exponer su prestigio como presidente democrático cuando, durante años, enemigos, pero también amigos, en todos los espacios debilitaron el sistema y fortalecieron el antisistema? ¿Sería inteligente, entonces, tratar de imponer el interés de algunos críticos antes que el valor de la democracia?
Algunos quieren convencer a todos a su alrededor, especialmente a funcionarios, que es mejor, entre todos, atacar a López Obrador para que, al final, la pelea sea entre Anaya y Meade; tal vez creyendo que cualquiera es igual para sus intereses, pero no ven las importantes diferencias en las propuestas, en su actuar personal, en su honorabilidad, en su historia y en sus compromisos con el país.
Todos aquellos que piensan en hacer posible el voto útil parecen olvidar que Anaya difícilmente podría ser su receptor, ¿en verdad creen que los militantes del PRI van a olvidar años de insultos y mentiras e ir a votar por él? Lo dudo. Por su parte, ¿Meade, o el propio presidente, promoverían el apoyo y defendería a Anaya? También lo dudo y mucho.
Creo que los priístas tienen un compromiso y una convicción: trabajar y promover el voto por su candidato. Nunca, en ninguna circunstancia, apoyar al candidato del Frente, ni a ningún otro. Buscar, sí, que se aclaren las acusaciones que existen contra algún contendiente y siempre estando a favor de la democracia.
El candidato que obtenga la mayoría deberá ejercer la Presidencia. Los priístas deben buscar que su candidato la tenga y, por la salud institucional del país, trabajar para que no existan los “carros o cayucos completos” porque en la diversidad está la fortaleza y la seguridad del país.
Coordinador general de Puertos
y Marina Mercante.
guillermo.ruizdeteresa@yahoo.com