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Este fin de semana se cumplen 50 días de que inició el proceso electoral federal de 2018; sin embargo, los terremotos de septiembre aplazaron los tiempos del quehacer político. A pesar de todo lo ocurrido, tenemos que seguir; México no puede detenerse.
Al día de hoy hay 48 aspirantes independientes a la Presidencia de la República, que tendrán que obtener el apoyo de 1% de la lista nominal de los electores; 866 mil 593 firmas en 17 entidades federativas durante los próximos 120 días.
Por su parte, los partidos políticos ya definieron el método de elección para sus candidatos. El PAN ha decidido que, de ir solo (tienen hasta el 13 de diciembre para formalizar la alianza electoral), lo seleccionará mediante elección abierta a los militantes. El PRD estableció que sería un consejo electivo. Morena, a pesar de que ya se sabe que López Obrador será su candidato, tiene que cumplir con este requisito y lo hará con una asamblea de militantes. Por último, el PRI definió que, con base en las demandas de las bases y de los sectores sociales, elegirá al candidato en una convención de delegados.
El 14 de diciembre comenzará la fase de las precampañas de todos los partidos. El PRI tendrá que decidir quiénes serán los precandidatos y determinar un piso parejo para todos los aspirantes para que, finalmente, se sumen todos a una sola plataforma. El proceso interno en el PRI comenzó con la definición, por parte de Gamboa, de los cuatro aspirantes internos: Narro, Meade, Nuño y Osorio Chong.
Pero este mismo proceso ¿lo tendrán el resto de los partidos? Por ejemplo, López Obrador, que ya se autoerigió candidato, ¿tendrá un patiño para poder utilizar los tiempos oficiales para una supuesta precandidatura? Por su parte, Anaya, con todos los escándalos que viene arrastrado, ¿podrá terminar siendo el candidato del Frente o del PAN? ¿Será, con todos sus negativos, un candidato que pueda luchar por algo o sólo será presencial? Parece que la información dada a conocer sobre de su actuar y las críticas internas en su partido sí golpearon su línea de flotación.
Por su parte, el PRI tendrá que decidir si irán los 4 aspirantes o cuántos precandidatos habrá. Para ello, deberá hacer de un precandidato un análisis FODA; tener claras las fortalezas y debilidades de cada uno, porque el candidato tendrá que reunir 3 requisitos: primero, no dividir al partido, ser un candidato que los priístas quieran; segundo, tener capacidad para atraer los votos de los jóvenes y de la izquierda tradicional que se verán a la deriva cuando el candidato del Frente sea alguien de derecha y; tercero, una vida personal que le permita mantener un discurso creíble de honradez y combate a la corrupción.
Cada partido ha elegido ya cómo será su método de elección. El resultado que tendremos, al parecer, será: un candidato fuerte de Morena; un candidato débil del PAN o del Frente y; un candidato fuerte del PRI si reúne las características de unir al partido y ser alguien que no cargue con sus negativos.
Creo que, al día de hoy, habrá que ver quién podrá ser el que cumpla mejor y con más fuerza estos requisitos y que sea, al mismo tiempo, el que defienda mejor el trabajo del Presidente frente a los candidatos de los otros partidos.
En esa misma secuencia, Agustín Carstens estará saliendo del Banco de México y habrá que pensar en su sustituto; se avecinan muchos cambios para el país; muchos cambios para la política pública; muchos cambios en las cabezas de las instituciones financieras.
Por lo que se ve, será una contienda electoral entre los candidatos de Morena y del PRI. Sin duda, tendrán que pensar quién, de los cuatro aspirantes, se podrá convertir en la némesis de AMLO; quién sería su mejor contrincante y; quién tendría mejor y más fuerza en su argumentación, y menos debilidades y posibilidades de ser atacado. Sin duda alguna, el país necesita un buen presidente, pero primero necesita un buen candidato.
Coordinador general de Puertos y Marina Mercante.
guillermo.ruizdeteresa@yahoo.com